En tus manos de Padre bueno ponemos este nuevo día que nos concedes y que quieres que lo vivamos en amor y solidaridad. Guía nuestros pasos y protégenos. Presérvanos de todo mal. Guarda en tu amor y bondad a todos los que amamos. Bendícenos en nuestras obras y palabras. Gracias para que este día lo podremos iniciar en la alegría de saber que contamos con tu auxilio y protección.
Tú nos enseñas que en la vida hay cosas secundarias que pueden desviarnos de lo que es verdaderamente importante y da sentido a la vida. Algunas veces desviamos el camino que tú nos señalas, porque nos apegamos a lo antiguo o aquello que no tiene sentido. Pero, ¿es eso lo más importante en nuestra vida? Si fuera así, seríamos como los fariseos, cuyos preceptos y normas son “tradición de los antiguos”. Perdónanos las ocasiones en que pretendemos olvidarnos de las cosas esenciales y obsesionarnos por las cosas secundarias y no ver más allá. Tu vida fue de cosas sencillas y fundamentales: la amistad, la solidaridad, la justicia, la misericordia, el compartir, el trabajo de cada día, la simplicidad en el vestir y comer, el descanso. Hoy debemos recordar tus palabras que nos dicen “que del corazón del hombre sale lo bueno y lo malo”; que tenemos la capacidad de escoger qué tanta bondad llevamos en el corazón.
Veneramos hoy a los misioneros Pablo Miki y compañeros, mártires de la comunidad cristiana de Nagasaki, Japón, en quienes Tú viviste y en quienes tú fuiste nuevamente crucificado. Concédenos que nosotros, los mensajeros y maestros de tu Buena Noticia, seamos uno con nuestros hermanos y nos entreguemos en amor y servicio los unos a los otros. Que honremos al Señor, no solo con los labios sino con el corazón. Que confiando y esperando en Ti, como Pablo Miki y sus compañeros, seamos , valientes y decididos, siempre fieles y dóciles a tu palabra y a tu voluntad.
Un muy feliz y testimonial martes bendecidos en el amor.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
* «Muchas veces se exhibe una apariencia de virtud, sin ningún interés por la rectitud interior. El que ama a Dios se contenta con agradarlo, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor» (san León Magno).
* «Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen Santa, de darnos un corazón puro, libre de toda hipocresía para que así seamos capaces de vivir según el espíritu de la ley y alcanzar su fin, que es el amor» (Francisco).
* «El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2218).