Amanece y te damos gracias. Nuevo día para llenarnos de fe y esperanza. Hoy honramos a santo Domingo de Guzmán y te damos gracias por su ejemplo. Estudió y oró para leer los signos de los tiempos y entender tus planes para servir mejor a los pobres.
Ayúdanos a comprender tu plan de salvación para salir a tu encuentro, especialmente en la oración, a ejemplo de aquella mujer que lo tenía todo en su contra: primero, tú no le haces ningún caso; luego, tampoco atiendes la sugerencia de tus discípulos, a los que das una explicación convincente; finalmente, cuando ella se cruza en tu camino y te corta el paso, le respondes con un argumento amoroso, aunque a veces no lo parezca. Sin embargo, aquella mujer no se rinde y te da una respuesta de fe. Tú acabas rindiéndote y te sientes desarmado ante la fe de esta cananea que cree a pesar de los desaires recibidos. Esa fe nos lleva a preguntarnos: ¿Nos rendimos ante la primera dificultad?, ¿nos retiramos al primer tropiezo en nuestro camino personal, en nuestras labores, en nuestras relaciones con los “otros”, con nuestros hermanos, en nuestra oración?
Gracias, Señor, que podamos de ti escuchar las palabras que diste a la cananea: “qué grande es tu fe, que se cumpla como has dicho”. Danos la gracia de perseverar y no sucumbir, de levantarnos y no quedarnos caídos, de tener fe y no desesperar. A ti recurrimos, en Ti confiamos y a tu amor nos acogemos. QUE NUESTRA ORACIÓN SEA HUMILDE, CONFIADA Y PERSEVERANTE. Amén.
Un miércoles orante, perseverante, confiado y bendecido. Oración por nuestra querida Patria.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
«Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas» (v. 28). ¿Cuál es la fe grande? La fe grande es aquella que lleva la propia historia, marcada también por las heridas, a los pies del Señor pidiéndole que la sane, que le dé sentido. Cada uno de nosotros tiene su propia historia y no siempre es una historia limpia; muchas veces es una historia difícil, con muchos dolores, muchos problemas y muchos pecados. ¿Qué hago, yo, con mi historia? ¿La escondo? ¡No! Tenemos que llevarla delante del Señor: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!” Esto es lo que nos enseña esta mujer, esta buena mujer: la valentía de llevar la propia historia de dolor delante de Dios, delante de Jesús; tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús. Hagamos, nosotros, la prueba de esta historia, de esta oración: cada uno que piense en la propia historia. Siempre hay cosas feas en una historia, siempre. Vamos donde Jesús, llamamos al corazón de Jesús y le decimos: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. (Ángelus, 16 de agosto de 2020)