Bendecido amanecer el que nos regalas, Señor, y lo queremos poner en tus manos. Recibe humildemente nuestra oración. Tu Palabra vino a nosotros y muchas veces no la escuchamos, cerramos los oídos de nuestro corazón y algunas veces nos volvemos incrédulos. Prepáranos para acogerte siempre y escuchar lo que tú nos dices aun cuando tu palabra nos disguste y nos perturbe, porque es una Palabra de gracia y de vida, de reconciliación y de perdón. Danos la fortaleza de llevar tu palabra para que nos libere a todos y unidos nos lleve hacia ti. Que tú seas nuestra fuerza en nuestra debilidad. Tú nos elegiste a nosotros, débiles como somos, para alzarnos e intervenir con nuestras palabras y con nuestras vidas en favor de todo lo que es justo y bueno. Danos la gracia de fijarnos que, sin tu ayuda, nuestros esfuerzos nos pueden fallar y que nuestra sola debilidad, aceptada con humildad, nos da derecho a recibir de ti fuerza y vigor. Sé tú, Señor, la fuente de nuestro valor y alegría y como nos dice San Pablo: “cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Tú cambias nuestras debilidades en verdaderas fortalezas para luchar contra la indiferencia y acercarnos muchísimo más a Ti. Ayúdanos ,Señor, para que siempre confiemos en ti y esperemos en ti; tú eres el v erdadero profeta que has venido a nuestras vidas. Que hoy sea un lindo día compartido en familia y ante todo contando con tu presencia en medio de nosotros. Amén.
Nuestra Madre nos acompañe e interceda por nosotros.
Feliz y acompañado Domingo
Pensamientos para el Evangelio de hoy https://evangeli.net/evangelio
* «Vino el Hijo de Dios e hizo tales maravillas en el mundo que arrancó nuestro entendimiento de todo lo mundano, para que meditemos y nunca cesemos de ponderar sus maravillas» (san Bernardo)
* «María no se escandalizó de su Hijo: su asombro por Él está lleno de fe, lleno de amor y de alegría, al verlo tan humano y a la vez tan divino» (Benedicto XVI)
* «(…) Aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 495)