Sábado, día que nos prepara al descanso de fin de semana; sábado en el que hacemos los pendientes que nos quedaron de los otros días; día corriente para muchos, para los judíos es un sábado diferente, día dedicado a Dios. Cambiamos el sábado por el Domingo, día del Señor. Hoy podemos preguntarnos: ¿qué día te dedicamos a ti? Nos dices que lo importante no es el sábado sino cualquier día de la semana, es importante para realizar la misericordia, la fraternidad y la solidaridad.
Para ti lo importante —sea en sábado o en otro día de la semana— es favorecer y hacer el bien a cualquier persona humana. Eso es lo que está permitido y es donde hay que poner el acento en el actuar fraterno. No hay nada, ni siquiera la ley del sábado, que pueda ir en contra de hacer algo que favorezca a cualquier persona en sus necesidades: sea curando a enfermos, sea alimentándose de las espigas arrancadas en el campo. El sábado está para servir al hombre y no el hombre para servir al sábado. Esta es la enseñanza que tú nos has dejado. Permítenos, Señor, que tu Espíritu Santo nos ilumine para discernir con madurez y autoridad, que es lo que sí está prohibido hacer en sábado y que no para buscar nuestra felicidad y la de cuantos nos rodean a fin de que conozcan que tú eres un Dios de felicidad que nos haces felices y nos tienes paciencia. A ti te alabamos, te bendecimos y te damos gracias. Nuestro corazón y nuestros sentimientos sean de agradecimiento.
Comenzamos nuestro sábado puesto en tus manos y en el santo regazo de nuestra Madre celestial. Iniciamos el día, con nuestro Rosario de Aurora y la Eucaristía celebrada y vivida por nuestras familias, nuestras necesidades y la salud de nuestros hermanos enfermos.
Un muy feliz y santo fin de semana.