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8-dic.-2023, viernes  de la 1.ª semana de Adviento

Solemnidad de la Inmaculada Concepción. “Me regocijo de alegría en el Señor, mi alma se alegra en mi Dios”. 

Gracias, Señor, por este oasis de descanso que nos regalas para honrar a tu Santísima Madre y agradecerte su testimonio de obediencia, de amor, humildad y sencillez.

María, tú eres quien nos guía a todos los que caminamos hacia tu Hijo. Hoy te contemplamos como la “concebida sin pecado”, y nos alegramos en las palabras del profeta: “Me regocijo de alegría en el Señor, mi alma se alegra en mi Dios”. ¿Por qué esta alegría? Porque eres como el jardín de la bondad donde Dios hace brotar la buena semilla. Porque eres la sierva del Señor y la imagen de lo que nosotros debemos ser. Dios es fiel a sus promesas y por medio tuyo nos dio a nuestro Salvador. Eres, entre todos, la primera y la única que fuiste preservada del pecado. Eres el paraíso restaurado donde nos encontramos mutuamente con tu Hijo y con el Padre. Hoy nuestro corazón se llena de alegría porque eres la “Favorecida de Dios”, Eres el modelo profético de los que vencemos al mal. Contigo comienza el cumplimiento de las promesas de Dios. Y contigo los que somos uno con tu Hijo, aprenderemos a decir “Sí” al Plan de Dios. Hoy, Madre de bondad, tenemos que darte gracias porque en el cumplimiento de la voluntad del Padre nos abriste el camino de la salvación y, sobre todo, nos acostumbraste a hacer lo que Jesús quiere en cada uno de nosotros y nos amemos con los mismos sentimientos con los que tú y tu Hijo nos han enseñado a amar.

Visítanos como visitaste a Isabel y está presente como lo estuviste en las bodas de Caná para que nunca nos falte el vino del amor y la esperanza. Que tu humildad y sencillez nos ayude a cumplir la voluntad del Padre. Que nuestra fe y nuestro amor también sean amplios y profundos como los tuyos madre del amor y de la ternura. Amén.

Feliz, maternal y alegre fin de semana. “HÁGASE EN MÍ según TU PALABRA”. ARMONÍA, AMOR Y HUMILDAD. Abrazos y bendiciones. Un viernes mariano, lleno de felicidad y armonía.

Oración a la Inmaculada

Virgen Santa e Inmaculada, a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo y nuestro amparo maternal, nos acogemos con confianza y amor.

Eres toda belleza, María.

En Ti no hay mancha de pecado.

Renueva en nosotros el deseo de ser santos: que en nuestras palabras resplandezca la verdad, que nuestras obras sean un canto a la caridad, que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad, que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio.

Eres toda belleza, María.

En Ti se hizo carne la Palabra de Dios. Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor: que no seamos sordos al grito de los pobres, que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos, que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes, que amemos y respetemos siempre la vida humana.

Eres toda belleza, María.

En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.

Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo: que la luz de la fe ilumine nuestra vida, que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos, que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón, que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría.

Eres toda belleza, María.

Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica: que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca, que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo entero. Amén.

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.