Al darte gracias, Señor, por otro día que nos concederás, queremos llenar nuestros corazones de tu amor, tu misericordia y servicio, a ejemplo de santa Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), que se entregó totalmente a ti y confió en tu palabra.
Qué bella profecía la que nos regalas en este día y que nos ayuda a comprender tu misericordia y la gracia de tu amor. Condúcenos al desierto de la esperanza y háblanos a nuestro corazón. Queremos oír tu palabra de aliento y volver a tu amor, volver al amor primero y dejarnos seducir por tu bondad. Que las lámparas de nuestro corazón siempre estén encendidas y, sobre todo, que no falte nunca la alcuza de la felicidad, llena de aceite de solidaridad y fraternidad. Que Nuestra Madre celestial nos acompañe y en su Santo Regazo nos proteja. Que no olvidemos tu palabra que es invitación divina: «si alguno quiere venir en pos de mí que se niegue, asimismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida la perderá, la pierda por mí, la encontrará».
La Cruz es, según santa Edith Stein, «... la verdad enterrada en el alma como un grano de trigo que empuja a sus raíces y crece». Santa Edith Stein nos ayude a tener fortaleza y valentía para que, así como ella —que fue desterrada, encarcelada y llevada al martirio— venció grandes dificultades desde joven, nos ayude a confiar en ti. Amén.
Bendiciones en este viernes testimonial.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos permanecer listos para el encuentro con Él. (…) La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar listos para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor y caridad hacia el prójimo. Si nos dejamos guiar por aquello que nos parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, incapaz de dar vida a los otros y no acumulamos ninguna reserva de aceite para la lámpara de nuestra fe; y ésta —la fe— se apagará en el momento de la venida del Señor o incluso antes. Si en cambio estamos vigilantes y buscamos hacer el bien, con gestos de amor, de compartir, de servicio al prójimo en dificultades, podemos estar tranquilos mientras esperamos la llegada del novio: el Señor podrá venir en cualquier momento, y tampoco el sueño de la muerte nos asusta, porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las obras buenas de cada día. La fe inspira a la caridad y la caridad custodia a la fe. (Ángelus, 12 de noviembre de 2017)