En este amanecer que nos regalas, Señor, sentimos el frío mañanero y unas cuantas gotas que nos han despertado; sin embargo, miramos con optimismo este fin de semana en el cual muchos descansaremos y otros iremos a nuestras labores, pero lo importante es sentirnos amados y acompañados por tu presencia.
Con lluvia o con sol, tú nos diriges tu palabra que está llena de sentimientos de amor. Desde la lectura del Deuteronomio donde Moisés nos invita a amarte a ti, al Padre celestial y a nuestro prójimo. Te pedimos, Señor, que desde nuestro corazón amemos con ese sentimiento tan hermoso que nos lleva a hacer el bien a los demás; aunque nos sintamos como los discípulos en impotencia por no poder hacer las cosas como quisiéramos, pero tú nos indicas el camino que hemos de seguir. Perdónanos, señor, porque hoy nos dices que somos también esa generación, incrédula y falta de fe. Ayúdanos, Señor, como nos lo dices: «si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían aquel monte trasladaste de ahí hasta aquí y se trasladaría, nada le sería imposible».
Gracias, Señor, por estos días de descanso que nos regalarás y servirán para seguir amando con los sentimientos con que tú nos amas. Amén.
Muy feliz y amoroso fin de semana en el amor de nuestra Madre, a quien honramos hoy.
Palabra del Papa
¿Por qué esta falta de fe? Creo que es el corazón, que no se abre, el corazón cerrado, el corazón que quiere tener todo bajo control. Es un corazón, por lo tanto, que no se abre, que no le da el control de las cosas a Jesús, y cuando los discípulos le preguntan por qué no podían sanar al joven, el Señor dice que aquella especie de demonios no pueden ser expulsados por nada, excepto por la oración. Todos nosotros tenemos un poco de incredulidad en el interior. Es necesaria una oración fuerte, y esta oración humilde y fuerte hace que Jesús pueda hacer el milagro. La oración para pedir un milagro, para pedir una acción extraordinaria, debe ser una oración que involucre, que nos involucre a todos. (Cf. Homilía de S.S. Francisco, 20 de mayo de 201, en Santa Marta).
Oración Introductoria
Señor, yo quiero orar. Necesito orar porque hay situaciones que sólo pueden solucionarse con una oración profunda y sincera. No quiero la oración superficial de tus discípulos que fue incapaz de curar al muchacho enfermo. Quiero orar con la oración de aquel padre angustiado por el sufrimiento de su hijo. Dame la fuerza de una oración existencial, enraizada en los problemas de la vida real.