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9-feb.-2024, viernes de la 5.ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy te pedimos poder escuchar: effetá! que abras nuestros corazones a tu querer y voluntad; nuestros oídos para escucharte; nuestra boca para proclamar tus grandezas

Bendecidos por el amor de Dios que nos regala un nuevo día. Qué bueno iniciarlo con corazón agradecido y dispuestos a retribuirle su bondad, haciendo el bien y amando a nuestros hermanos. Hoy sean nuestros pensamientos de bondad, misericordia y caridad, contando con tu ayuda y llevando tu presencia.

Señor, a ti te llevaron un hombre sordo y tartamudo; un hombre que tenía mucha dificultad para comunicarse y relacionarse; un hombre que prácticamente vive aislado y solo. Y te suplican que le impongas las manos. Tú lo llevaste aparte, metiste tus dedos en los oídos y le tocaste la lengua con tu saliva. Qué experiencia tan hermosa para este hombre, que recibió mucho más de ti. No sólo le devolviste su vida, sino que se llevó algo de ti. Qué bello experimentar hoy la grandeza de tu amor, cuando nos devuelves los oídos para escuchar tus palabras que nos invitan a amar y servir a nuestros hermanos. Qué bueno, Señor, que toques nuestra lengua para que sean sólo palabras edificantes las que pronunciemos. Qué bueno, Señor, que nos abras también los oídos para escuchar tu voz y oír el clamor de nuestros hermanos en necesidad. Ahora que iniciamos nuestra jornada, santifícanos en tu amor, bendícenos con tu presencia y guárdanos en tu misericordia. Concédenos un día esplendoroso y lleno de felicidad por las buenas obras y acciones que podamos realizar. Hoy te pedimos poder escuchar esa linda palabra: effetá! que abras nuestros corazones a tu querer y voluntad; nuestros oídos para escucharte; nuestra boca para proclamar tus grandezas. Gracias, Señor.

Un muy feliz viernes, lleno de bondad, misericordia y fraternidad.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Jesús nos ha desvelado el secreto de un milagro que podemos repetir también nosotros, convirtiéndonos en protagonistas del «Effatá», de esa palabra «Ábrete» con la cual Él dio de nuevo la palabra y el oído al sordomudo. Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y necesitan ayuda, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón. Es precisamente el corazón, es decir el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús ha venido a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir plenamente la relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, que se ha vuelto interiormente sordo y mudo por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar a su vez el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y de donación de sí. (Ángelus, 9 de septiembre de 2018)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.