Alegre y bendecido despertar y feliz día de descanso el que nos regalas. Gracias, Señor.
«Estén erguidos, mantengan alta su cabeza». Éste es el mensaje que el Señor nos comunica en este Primer Domingo de Adviento. Hay guerras, hambre, refugiados que buscan seguridad. Y sin embargo Tú nos tranquilizas diciendo que deberíamos mantener bien altas nuestras expectativas y nuestra esperanza, porque estás todavía con nosotros y cerca de nosotros. Nos invitas a que estemos atentos a tu presencia en todo momento, en la vida de cada día. Cuando nos sintamos con miedo y desalentados, mantennos en marcha con esperanza. Haznos vigilantes en la oración para que sepamos percibir los signos de tu venida. Camina con nosotros ahora por el camino que Tú mismo nos has mostrado y que sabemos que es escabroso, pero Tú, Señor, vienes con nosotros y nos dices: Ven conmigo, sirve conmigo, ama conmigo, comparte y date a ti mismo conmigo, y así tú serás mejor cada día. Ayúdanos a estar despiertos y vigilantes, ayudar a nuestros hermanos, pero ante todo a sentir la alegría y la esperanza que Tú vienes pronto. “Ven, señor Jesús, ven no tardes tanto”. Feliz y anhelado Domingo y alegre y esperanzador inicio del tiempo de Adviento.
Feliz inicio del mes de la alegría, de la esperanza, de la fraternidad, la solidaridad. Mes anhelado de verdadera comprensión y reconciliación. Sembremos con optimismo la esperanza del que vendrá de lo alto. ¡VEN, SEÑOR, NO TARDES!
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Hoy empieza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la Navidad, invitándonos a levantar la mirada y abrir nuestros corazones para recibir a Jesús. En Adviento, no vivimos solamente la espera navideña, también estamos invitados a despertar la espera del glorioso regreso de Cristo —cuando volverá al final de los tiempos— preparándonos para el encuentro final con él mediante decisiones coherentes y valientes. Recordamos la Navidad, esperamos el glorioso regreso de Cristo y también nuestro encuentro personal: el día que el Señor nos llame. Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a despojarnos de una forma de vida resignada y rutinaria y a salir alimentando esperanzas, alimentando sueños para un futuro nuevo. (…) Pero ¿cuál es el horizonte de nuestra espera en oración? En la Biblia nos lo dicen, sobre todo, las voces de los profetas. Hoy, es la de Jeremías, que habla al pueblo sometido a la dura prueba del exilio y que corre el riesgo de perder su identidad. También nosotros, los cristianos, que somos pueblo de Dios, corremos el peligro de convertirnos en “mundanos” y perder nuestra identidad, e incluso de “paganizar” el estilo cristiano. Por eso necesitamos la Palabra de Dios que, a través del profeta, nos anuncia: “Mirad que días vienen en que confirmaré la buena palabra que dije (…) Haré brotar para David un Germen justo y practicará el derecho y la justicia en la tierra” (33, 14-15) Y ese germen justo es Jesús que viene y que nosotros esperamos. (Ángelus, 2 de diciembre de 2018)