Comenzamos el mes de mayo, un muy hermoso mes lleno de ternura, un mes en el que celebramos a nuestra madre del cielo y a nuestras madres en la tierra, un mes que colocamos en tus manos, Señor, para iniciarlo con esta fiesta del trabajo que tú nos regalas recordando a san José obrero, ejemplo de humildad, laboriosidad honestidad y cómo —siendo un humilde carpintero— proveyó con su esfuerzo y trabajo a las necesidades tuyas y de María. Hoy sea un día para pedirte que no nos falte el trabajo, que lo concedas a los que no lo tienen; que todo cuanto realizaremos sea en el verdadero amor. Te damos gracias por los que lo tenemos y te pedimos por los que lo están buscando.
El Padre celestial —como Buen labrador— trabaja en el viñedo y nos ayuda a dar frutos abundantes. Ayúdanos, Señor, para que los frutos de la fe sean el verdadero amor que brota en la esperanza y el optimismo, aún en medio de las dificultades y obstáculos que encontramos en el camino. Permítenos amar y servir ya que sólo el verdadero amor es capaz de hacernos vivir la verdadera fraternidad y nos ayuda a superar nuestras dificultades. Alienta y fortalece nuestros corazones para que cada día te agrademos más. Gracias por darnos la certeza de saber que permanecemos en ti, dando frutos de solidaridad y fraternidad. Y si tienes necesidad de podarnos, pide al Padre celestial que nos pode, que quite de nuestros corazones las hojas secas de la indiferencia, los frutos viejos del egoísmo, la pereza y la mentira.
Gracias por darnos la ocasión de poder permanecer unidos a ti y esto lo lograremos porque amamos como tú nos amas. Como sarmientos que tú podas, para que demos más frutos, en humildad y sencillez dejémonos podar por el amor de nuestro Padre.
Que nuestra Madre la Virgencita sea nuestra protección y auxilio y en su manto sagrado nos acoja.
Feliz y santo inicio de mes y buen miércoles de descanso. Feliz día del trabajo.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
No podemos ser buenos cristianos si no permanecemos en Jesús. Y, en cambio, con Él lo podemos todo (cf. Flp 4,13). Con él lo podemos todo. Pero también Jesús, como la vid con los sarmientos, nos necesita. Tal vez nos parezca audaz decir esto, por lo que debemos preguntarnos: ¿en qué sentido Jesús necesita de nosotros? Él necesita de nuestro testimonio. El fruto que, como sarmientos, debemos dar es el testimonio de nuestra vida cristiana. Después de que Jesús subió al Padre, es tarea de los discípulos, es tarea nuestra, seguir anunciando el Evangelio con la palabra y con obras. Y los discípulos —nosotros, discípulos de Jesús— lo hacen dando testimonio de su amor: el fruto que hay que dar es el amor. Unidos a Cristo, recibimos los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien al prójimo, hacer el bien a la sociedad, a la Iglesia. Por sus frutos se reconoce el árbol. Una vida verdaderamente cristiana da testimonio de Cristo. (Regina Caeli, 2 de mayo de 2021)