Van pasando los días y los meses, pero no puede pasar la esperanza, la fe y la confianza en Ti Señor. Al inicio de este mes te damos gracias porque podemos sembrar ilusiones y cosecharemos abundantemente la cosecha que tú quieras bendecir: nuestro amor, nuestra vida, nuestro deseo de servicio y de entrega a nuestros hermanos. Que este mes sea de verdadera misión, para salir al encuentro de nuestros hermanos y seamos portadores de tu bondad y misericordia. Que siendo instrumentos tuyos podamos levantar al caído, acompañar al que se encuentra en soledad y tristeza, saciar al hambriento y calmar al sediento refrescándolo con tu presencia.
Nos invitas a estar contigo, a escuchar tu mensaje y a aceptar tu paz y tu amor. Que sepamos llevar abundancia de calor humano, de paciencia, esperanza y alegría.
Permítenos seguir el ejemplo de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, patrona de las misiones, nacida en Alencon Francia, que ingresó siendo muy joven al Monasterio de las Carmelitas descalzas de Lisieux donde se convirtió en maestra de santidad, y con su inocencia, sencillez y oración enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud por el bienestar de las almas: “En el corazón de la Iglesia yo seré el amor”, fallecida a los 25 años el 30 de septiembre de 1897. Que como ella podamos en nuestra vida de cada día, abrir nuestro corazón a cualquier hermano en necesidad. Ayúdanos a reconocerte y a acogerte en todos los que se acercan a nosotros. En cada encuentro humano ofrécenos tu gracia y tu amor y permanece con nosotros. Amén
Un muy feliz y santo inicio de mes y un testimonial miércoles para todos. Nuestra Madre Santísima nos auxilie y acompañe.
ORACIÓN
Señor, Divino Maestro, tu Palabra me recuerda que, a quienes quisieron caminar contigo, les mostraste la radicalidad del amor y la entrega. Haz que yo entienda que seguirte no es una promesa ligera, sino un camino exigente que me lleva a la plenitud de tu Reino. Enséñame a renunciar a todo lo que me ata y me impide caminar con libertad. Amén.
Reflexión escrita por Paola Treviño, consagrada del Regnum Christi.
Cristo nos dice ‘sígueme, no mires atrás’. ¡Sígueme! y nosotros a veces, o yo por lo menos, digo: sí, pero poquito tiempo; sí, pero déjame hacer primero esto otro; sí, pero entonces Tú dame, y así no es con Cristo; Cristo es o todo o nada. Pero a media tinta, nada, a medias, no.
San Francisco de Asís nos marca la pauta: la radicalidad es lo que conquista, lo que transforma, lo que construye. Es difícil vivir esta radicalidad entre lo que pienso, lo que hago, entre lo que creo y lo que vivo, entre lo que sé qué debo hacer y lo que hago.
A veces nos gana el miedo al qué dirán, el que no vayan a decir que soy una santurrona o un santurrón, que me la paso todo el tiempo en la capilla, entonces lo hago a escondidas. Pero San Francisco nos dice: ‘salgan a predicar, y si es necesario, usen palabras’.
¿Qué nos quiere decir el santo? Él estaba convencido que el testimonio de vida debía de ser un Evangelio abierto: sonreír para que otro sonría, escuchar para que otro escuche, callar para que otro recapacite, estar para que otro se sienta acogido, perdonar para que otro se atreva a perdonar.
Pidámosle hoy a Jesús: ‘Enséñame, Señor, a ser un libro abierto de tu amor, que cuantos me vean, den gloria a Dios’. Hoy te invito a amar y a servir y a hacerlo con una sonrisa.
Pensamientos para el Evangelio de hoy (evangeli.net)
* «El consentimiento a la gracia depende mucho más de la gracia que de nuestra propia voluntad solamente; pero la resistencia a la gracia depende únicamente de la sola voluntad. Así de amorosa es la mano de Dios» (san Francisco de Sales).
* «Dios, para darnos el movimiento de su poder sin impedir el de nuestro querer, ajusta su poder a su suavidad y la libertad de nuestro querer» (Benedicto XVI).
* «(…) La vocación del hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2820).
