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10-ene.-2023, martes de la 1.ª semana del Tiempo Ordinario

«Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar»

Alegría, paz, gozo y anhelos de esperanza al iniciar prácticamente para la mayoría, nuestras cotidianas labores, pidiendo al Dios de la vida y del amor que bendiga y haga prósperas las obras y acciones de nuestras manos. Iniciemos con optimismo y buen ánimo lo que cada uno de nosotros nos propongamos. Señor, nos complace imaginar que podemos hacer grandes cosas, pero cuando se trata de tu trabajo, de tu reino de verdad y de justicia, tenemos que reconocer, que somos débiles y a veces poco efectivos. Ayúdanos a reconocer esta debilidad nuestra, no como  derrota, sino como nuestra verdadera fuerza,  para que tu poder se revele en sí mismo en el sufrimiento, en la lucha, y también en la amabilidad y el amor, que tú nos muestras. Expulsa de nosotros el espíritu rebelde de la soberbia y el egoísmo y llénanos con tu buen espíritu, de amor y fortaleza. Sabemos que tenemos miedo a la lucha y al dolor, a la debilidad y a la aparente derrota, ayúdanos a crecer en fe y en confianza en tu propio plan para el verdadero éxito.

Tú enseñaste con autoridad. ¿Por qué? Porque creías totalmente en lo que decías y porque apoyabas tus enseñanzas con señales milagrosas. 

Tu evangelio de hoy se abre con una bella costumbre tuya que repetirá muchas veces a lo largo de tu vida: “Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar" Después de ser bautizado por Juan en el Jordán, inauguras tu misión en la sinagoga de Cafarnaúm y lo primero que haces es enseñar. Gracias Señor, por tu confianza, porque a veces tenemos miedo a la lucha y al dolor, a la debilidad y a la aparente derrota.

Quizás el mayor milagro fue que vivías lo que enseñabas. Que nosotros también vivamos como creemos, con tu santa bendición, para que al iniciar nuestras labores, sean bendecidas en tu bondad. Amén.

Un productivo, generoso y esperanzador martes de inicio de Semana laboral. Éxitos en todo.

REFLEXIÓN

En varias ocasiones, tanto a los Apóstoles como a los enfermos que cura, Jesús les advierte de que no revelen a nadie su identidad... Jesús no solo expulsa los demonios de las personas, liberándolas de la peor esclavitud, sino que también impide a los demonios mismos que revelen su identidad. E insiste en este "secreto", porque está en juego el éxito de su misma misión, de la que depende nuestra salvación. En efecto, sabe que para liberar a la humanidad del dominio del pecado deberá ser sacrificado en la cruz como verdadero Cordero pascual (Papa Benedicto XVI).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda pbro.