Termina una nueva semana para nosotros y hoy nuestros sentimientos son de agradecimiento por lo concedido durante estos días. Hemos compartido momentos de alegría, de satisfacción y momentos difíciles pero que hemos superado gracias a tu presencia y fortaleza. Gracias por el ejemplo y testimonio de Juan Bautista, que nos enseña que tenemos que imitarlo en su empeño, que Tú eres “el que tiene que crecer y nosotros menguar”. Nunca nos hemos de predicar a nosotros mismos sino a Ti. No somos superiores a tu amor y menos en tu presencia ya que hemos sido llamados a ser tus discípulos servidores en humildad, sencillez y esperanza; no tener más sentimientos que de amor, entrega y servicio. Gracias, Señor, por este fin de semana que nos ayudará a reponer fuerzas y tener fortaleza para realizar tus buenas obras y acciones. Guárdanos y protégenos en tu amor y tu bondad. Amén.
Un muy feliz sábado y reparador descanso.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Después de curar al leproso, Jesús le manda que no hable de ello con nadie, pero le dice: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio» (v. 14). Esta disposición de Jesús muestra al menos tres cosas. La primera: la gracia que obra en nosotros no busca el sensacionalismo. A menudo se mueve con discreción y sin clamor. Para curar nuestras heridas y guiarnos por la senda de la santidad ella trabaja modelando pacientemente nuestro corazón según el Corazón del Señor, de tal modo que asimilemos cada vez más sus pensamientos y sentimientos. La segunda: haciendo verificar oficialmente por los sacerdotes la curación realizada y celebrando un sacrificio expiatorio, el leproso es readmitido en la comunidad de los creyentes y en la vida social. Su reintegro completa la curación. Como él mismo lo había suplicado, ahora está completamente purificado. Por último, presentándose a los sacerdotes el leproso testimonia ante ellos acerca de Jesús y su autoridad mesiánica. La fuerza de la compasión con la cual Jesús curó al leproso condujo la fe de este hombre a abrirse a la misión. Era un excluido, ahora es uno de nosotros. Pensemos en nosotros, en nuestras miserias... Cada uno tiene las propias. Pensemos con sinceridad. Cuántas veces las tapamos con la hipocresía de las «buenas formas». Y precisamente entonces es necesario estar solos, ponerse de rodillas ante Dios y rezar: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Hacedlo, hacedlo antes de ir a la cama, todas las noches. (Audiencia general, 22 de junio de 2016)