Nuestra experiencia de amor. Señor, nos lleva a mirar este nuevo amanecer con esperanza con fe, con felicidad y consuelo, sabiendo que tú nos lo regalas para que lo vivamos y lo podamos disfrutar. Que todo lo que realizaremos tú lo bendigas para que las obras en Ti comiencen y en Ti terminen. Nuestra generosidad y amor sea nuestra mayor certeza de contar contigo y ante todo llenos de fe. Ayúdanos a encontrar el camino de la fe y fortaleza necesarias para que no desfallezcamos en nuestro caminar.
Hoy nos regalas otra buena lección de fe y ante todo de confianza y seguridad en ti. Podemos decir que fue la experiencia de dolor que le permitió a aquel padre hacer una verdadera experiencia de sanación. Te encontró como Salvador en el sufrimiento. También nosotros, cuando la vida parece llevarnos a la desesperanza y al pesimismo, te miramos que bajas a nuestro encuentro y te decimos “¡Escucha, Señor, ten piedad de mí! ¡Sé tú, Señor mi auxilio!” Con eso, hacemos nuestra la experiencia del amor y actualizamos aquel encuentro entre la palabra suplicante y la Palabra que da la vida. Que nuestra experiencia de este día sea de generosidad para servir; de amor para ayudar, y de solidaridad para dar esperanza, pero por encima de todo, lo que tú quieras de nosotros. Iniciemos nuestra semana con mucho optimismo y confiando en ti, Señor.
Feliz y esperanzador inicio de semana y feliz lunes bendecidos en el amor. “Voy a crear un cielo nuevo y una nueva tierra”. Confiaré y esperaré en Ti.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
* «En el caso del centurión romano la fe era ya robusta, por eso Jesús prometió ir para que nosotros aprendamos de la devoción de aquel hombre; aquí la fe era todavía imperfecta, y no sabía con claridad que Jesús podía curar estando lejos: así que el Señor, negándose a bajar, quiso con esto enseñar a tener fe» (san Juan Crisóstomo).
* «¿Creéis que Dios no nos escucha, si le rezamos con insistencia? Él escucha siempre y conoce todo de nosotros, con amor. Nosotros luchamos con Él al lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros» (Francisco)
* «Los Evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo de los primeros que tuvieron fe y quisieron compartirla con otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su Misterio durante toda su vida terrena (…). A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que ‘en Él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente’ (Col 2,9) (…). Lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 515)
Un espacio para la reflexión
El viento cruzado de la noche impide aterrizar al avión. El piloto sobrevuela el aeropuerto, buscando un segundo intento. La nave es un náufrago entre las nubes negras, una pájaro perdido en la soledad. Los pasajeros soportan el vaivén de las turbulencias como si los meciera la nada. Mientras, se esfuerzan por recordar el nombre del piloto, el que se anunció al principio del vuelo. En vano… Pero es igual quien fuera. Todos confían en él y su misión de dar con un túnel de calma entre las rachas de la borrasca…Y cuando, por fin, tomó tierra, el pasaje se sentía agradecido: a él, al piloto, a ese que ha de tener un nombre, aunque lo hayamos olvidado.
Francisco José Ruiz Pérez, sj