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14-ene.-2023, sábado de la 1.ª semana del Tiempo Ordinario

Llamando a Mateo, Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, la condición social, las convenciones exteriores, sino que les abre un futuro nuevo.

Vamos terminando nuestra semana y ese es un motivo para darte gracias en esta mañana que está naciendo en nuestras vidas; darte gracias por todo lo que de Ti hemos recibido durante esta semana: alegrías, satisfacciones, momentos felices y también los momentos complicados, pero esos obstáculos los hemos ido superando porque hemos contado contigo; hemos contado con tu presencia y tú nos has dado la oportunidad de poder llevar palabras de esperanza y de consuelo a nuestros hermanos. Gracias, Señor, porque hemos experimentado tu misericordia y perdón y tu llamado a que esperemos y confiemos en ti.

Que nunca menospreciemos y mucho menos despreciemos a personas que estén luchando contra su propia debilidad o que se encuentren demasiado cansadas para mantenerse en pie. Ayúdanos a reconocer en ellas nuestra propia humanidad desgarrada.

Clamamos a ti, Señor, para que nos concedas un corazón comprensivo y unas manos dispuestas a ayudar y servir. Nos colocamos en tus manos y te pedimos que seamos prontos a tu llamado. Mateo no dudó en responder. Que también experimentemos la alegría de tu llamado. Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos y te damos gracias. Amén.

Muy feliz y placentero fin de semana.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Todos somos pecadores, todos hemos pecado. Llamando a Mateo, Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, la condición social, las convenciones exteriores, sino que más bien les abre un futuro nuevo. Una vez escuché un dicho bonito: «No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro». Esto es lo que hace Jesús. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón. Jesús no excluye a ningún pecador —¡ningún pecador es excluido!—. Llamando a los pecadores a su mesa, Él los cura restableciéndolos en aquella vocación que ellos creían perdida y que los fariseos han olvidado: la de invitados al banquete de Dios. Si los fariseos ven en los invitados sólo pecadores y rechazan sentarse con ellos, Jesús por el contrario les recuerda que también ellos son comensales de Dios. 

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda pbro.