Gracias, Señor, porque en tu bondad y misericordia, nos regalas generosamente este nuevo día para vivirlo en el servicio y disponibilidad a nuestros hermanos. No es un miércoles rutinario, sino que se convierte el inicio de nuestra hermosa travesía de 40 días “levantándonos, caminando al encuentro de nuestro hermano y recorriendo el camino que nos señalas como camino de libertad, caridad y purificación”. Tú nos invitas a un repaso general de nuestra forma de vivir, a reorganizarnos en relación con Dios (oración), con los hermanos (limosna), con nosotros mismos (ayuno), a reavivar nuestra sensibilidad y nuestra libertad, dominando nuestros propios caprichos e inclinaciones negativas como es el pecado de vanidad o de orgullo, que nos lleva a actuar para que otros nos alaben o aplaudan. Ayúdanos a vivir este tiempo privilegiado de conversión, de cambio y de caridad y no permitas que pase el tiempo sin haber cambiado el corazón. Levántanos para que en esta Cuaresma nuestro camino sea de ayuda, de solidaridad y servicio, de caridad y esperanza. «SI ME LEVANTARÉ, VOLVERÉ JUNTO A MI PADRE».
Ayúdanos, Señor, porque Tú sabes con qué frecuencia intentamos caminar por nuestros senderos egoístas. No nos permitas vivir y morir sólo para nosotros mismos o cerrar nuestros corazones a los demás. Ayúdanos a vernos con ojos del corazón en humildad y sencillez, en arrepentimiento y deseos de cambio, como dones tuyos.
Haznos receptivos a tu palabra y tu vida y permítenos crecer en amor y actitudes de generosidad y entrega. Nuestra oración de este día sea la del Salmo 50: «Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu». Amén.
Con mucha fe y esperanza, con alegría y deseos de servicio, iniciemos nuestra travesía. Feliz y esperanzador miércoles de ceniza. Conviértete y cree en el Evangelio.
