Alegres iniciamos este día de descanso que nos concedes para compartirlo en familia, contando por encima de todo de tu presencia en nuestros corazones. Hoy tomaremos, Señor, los instrumentos necesarios para iniciar la siembra que nos propones: el azadón de la fe para abrir surcos de consuelo, la matera de la esperanza donde sembraremos nuestras ilusiones, agua para calmar la sed en nuestras actividades y para regar nuestra siembra de la fraternidad, tierra abonada de solidaridad para que nutra nuestros buenos deseos de servicio y —lo principal— la semilla que de ti recibiremos.
Ahora permítenos, Señor que coloquemos en tus manos nuestra oración:
Podemos sentir que nosotros mismos somos esa semilla que el Padre planta, para que demos fruto y nos convirtamos en grandes árboles que acojan a quienes llegan en busca de refugio... ¿Somos acogedores y prestamos nuestras ramas a quienes necesitan un espacio para acomodarse? Señor, tú nos invitas también a pensar en la semilla del Reino que estamos llamados a sembrar, a cuidar y a permitir que crezca con nuestras actitudes y obras de justicia y misericordia, con nuestras palabras esperanzadoras.
Al inicio de nuestra jornada te pedimos nos ilumines para que, en este día, ayúdanos a discernir el mejor camino y el terreno donde vamos a sembrar.
¿Somos conscientes y responsables de esa semilla que tenemos que plantar en nuestro diario vivir? Reguémosla y llenemos de ilusiones nuestros corazones, para que hagamos crecer el “grano de mostaza” —que es nuestra fe— con actitudes generosas, intenciones de servicio, de solidaridad y amistad y ante todo mucha paciencia. Esta semana que iniciaremos, recordemos las palabras de este día: «La semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo; la tierra va produciendo la cosecha ella sola...». Seamos conscientes de que no podemos adelantar ni un segundo los procesos de la vida, ni de nosotros mismos.
Los abrazo y los bendigo.
Un muy feliz y fructífero domingo de reflexión y de descanso, llenos de optimismo para iniciar nuestra semana.
HOMENAJE A MI PADRE
En esta fecha muy especial reconocemos el amor, la valentía y fortaleza de nuestros padres. Los que siguen a nuestro lado y los que revestidos de ángeles nos cuidan y protegen desde el cielo. Hoy les damos gracias:
Padre de la bondad y de la ternura este es un día especial para darte gracias por el amor de papá por su gran sabiduría; porque me has llevado a través de la vida fortaleciendo mis lazos de amor.
Hoy mis palabras se funden en sentimientos para recordar los días en que me enseñaste a caminar y tener valor para que caminara solo, pero con una buena dosis de palabras que me fueron enseñando los diferentes momentos de la vida; me enseñaste que hay días soleados y días grises, pero que todos serían superados, porque confiaba en Dios. Me instruiste con tu ejemplo y valentía para que aprendiera a ser humilde y sencillo y que las palabras bondadosas y bien dichas eran las llaves que abrirían muchas puertas.
Gracias por enseñarme que mis manos eran don de Dios para trabajar, para levantar y para guiar; me enseñaste que la riqueza más grande era la del estudio; guiaste mis pasos en mi juventud para seguir por el camino recto y confiado. Ahora voy llegando a la madurez de la vida y sigo confiando en ti. Cuando partiste a la Casa del Padre celestial comprendí tus ejemplos y palabras que en su momento sentí muy duras, pero me han servido para valorarte muchísimo más. Hoy más que nunca recuerdo las frases que llevo siempre en mi corazón, porque ellas me han ayudado a valorarte en tu sabiduría e inteligencia: “déjate guiar por el horizonte que te estoy señalando, porque él te dará seguridad para tu futuro”; “si vas a hacer un favor hazlo completo, de lo contrario ya no será un favor”; “anda con el pueblo y nunca te perderás”.
Padre, eres la persona más valiente que he conocido me has mostrado como ser fuerte de corazón, de mente y de alma y cómo ser fiel a mí mismo. Ahora comprendo que Dios me ha regalado un superhéroe sin capa, un rey sin corona, pero no importa porque eres mucho más de todo lo que voy llevando en la vida. No hay mejor maestro en la vida que el que te enseña tus primeros pasos, que cuando dudo me aconseja, cuando me equivoco me ayuda y está siempre a mi lado cuando le llamo. Gracias, papá.
¡FELIZ DIA, MI QUERIDO VIEJO!