Alegría y felicidad para saludar este hermoso día y comenzarlo con mucha fe y optimismo, con corazón agradecido y deseos de hacer la voluntad del Padre celestial. ¿Conocemos algún caso en que la muerte o el dolor hayan sido ocasiones para crecer en el amor y en la vida? Cuando miramos a la cruz, ¿reconocemos ahí un signo de vida o de muerte? ¿Queremos hacer de nuestra vida una entrega a los demás “para que tengan vida”? Estas reflexiones nos ayuden para saber que está cerca nuestra liberación y el tiempo de tu verdadera misericordia.
Todos los que cultivan plantas saben que las semillas tienen que morir en la tierra para que los retoños puedan brotar de ellas y darnos flores llenas de color o frutos deliciosos. Pero la semilla tiene que morir para dar vida. Señor, Tú nos enseñas que hay que morir para dar vida. Y nosotros, tus discípulos tenemos que seguir tus huellas. Tenemos que entregarnos a nosotros mismos para que los otros sean felices y vivan. San Pablo nos dice: "Nadie vive para sí mismo". ¿Podemos decir eso de nosotros mismos?
Muriendo el grano de trigo produce una rica cosecha; muriendo en la cruz nos diste vida eterna. También como tus discípulos debemos arriesgar nuestras vidas por nuestros hermanos. Queremos acercarnos a ti con nuestras necesidades y esperanzas y pedirte que nos libres de todos los males y del miedo a comprometernos en entrega a nuestros hermanos.
Por tu misericordia, guárdanos de nuestros egoísmos y falsos apegos y protégenos de toda ansiedad frente al sufrimiento. En nuestras pruebas, danos tu fuerza mientras seguimos tu camino con alegría y esperanza y como el grano de trigo que muere, vivamos y seamos capaces de amar como tú nos has amado y de dar la vida como tú la diste por nosotros a causa de tu amor.
Para ti ningún sufrimiento fue demasiado doloroso, ni la muerte demasiado costosa, con tal de conseguirnos vida y felicidad eterna. Ayúdanos a aceptar las invitaciones y los riesgos del amor, danos la gracia de seguirte, viviendo no para nosotros mismos sino para los demás, y danos la certeza de que el dolor o la muerte no es el fin, sino la semilla de un nuevo comienzo. Gracias Señor por tu Palabra pero ante todo por estar cerca de nosotros, iluminarnos y saber levantarnos, para saber qué hemos de hacer. Amén.
Iniciemos nuestro descanso y retomemos fuerzas para iniciar nuestra semana llenos de alegría y felicidad sabiendo que tú eres nuestra fortaleza y protección. Feliz Domingo, Día del Señor.