Qué bella lección de amor nos regalas, Señor, en la figura de Pedro. El centro de todo es tu amor, un amor que nace de tu amor hacia nosotros.
Tu pregunta insistente por el amor de Pedro suena como un bálsamo en la herida de su infidelidad. Tú no le reprochas por haberte negado, sino que le das la oportunidad de expresar su amor y su respuesta proporcional a la misericordia generosamente recibida lo rehabilita. Poco a poco y cada vez que Pedro te responde «sí, Señor, tú sabes que te quiero» se va sanando cada una de las tres heridas de su negación.
Ojalá cada momento nuestra respuesta sea la de Pedro: «Sí, Señor, tú sabes que te amo»; que no la demos solo con palabras, sino con obras de amor, generosidad y bondad.
Danos la fuerza de tu Espíritu que nos guíe y sepamos guiar a nuestros hermanos a fuentes tranquilas y abundantes pastos de esperanza, con palabras de bondad, ternura y sinceridad. A ti te alabamos, te bendecimos y te glorificamos. Guárdanos, guíanos y protégenos. Amén.
Bendecido y amoroso viernes para todos.
Oración para pedir los dones del Espíritu Santo
¡Oh Espíritu Santo! llena de nuevo mi alma con la abundancia de tus dones y frutos.
Haz que, con el don de Sabiduría, sepa tener este gusto por las cosas de Dios que me haga apartar de las terrenas.
Que, con el don del Entendimiento, sepa ver con fe viva la importancia y la belleza de la verdad cristiana.
Que, con el don del Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme, perseverar y salvarme.
Que el don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la fe y en el camino de la salvación.
Que con el don de Ciencia, sepa discernir claramente entre el bien y el mal, entre lo falso de lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo y del pecado.
Que, con el don de Piedad, ame a Dios como Padre, le sirva con fervorosa devoción y sea misericordioso con el prójimo.
Finalmente, que, con el don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración por los mandamientos de Dios, cuidando de no ofenderle jamás con el pecado.
Lléname, sobre todo, de tu amor divino y que sea este el móvil de toda mi vida espiritual para que, lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender —al menos con mi ejemplo— la belleza de tu doctrina, la bondad de tus preceptos y la dulzura de tu amor. Amén.