Desde la mañana que nace hasta la tarde que caerá te bendeciremos y te daremos gracias, porque nos permites levantarnos para ir a nuestros hermanos a hacer el bien según tu voluntad. Concluyes parte de tu Sermón de la Montaña con tus palabras: «Sean perfectos, como el Padre del cielo es perfecto». ¡Meta no fácil de conseguir! Pero debemos salir de nosotros mismos para amar a todos y cada uno de nuestros hermanos, incluidos también nuestros enemigos. Hemos de imitar al Padre en su amor, que manda al sol alumbrar a buenos y malos. Señor, nos has mostrado tu ternura y nos has aceptado pecadores como somos, como tus hijos.
Comparte tu corazón con nosotros, haznos misericordiosos y comprensivos, que aprendamos a acoger a todos sin condiciones ni reservas, y olvidar y perdonar todas las ofensas, de forma que lleguemos a asemejarnos cada vez más a ti.
Nuestros corazones sean llenos de tus mismos sentimientos y —al caer de la tarde— podamos sentir que hemos podido realizar la voluntad del Padre, porque hemos amado y perdonado de corazón y hemos servido sincera y generosamente. Concédenos este día un espíritu de alegría y felicidad. Amén.
Un muy feliz y esperanzador martes de bendiciones y felicidad.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Jesús no quiere proponer una nueva ley civil, sino más bien el mandamiento del amor del prójimo, que implica también el amor por los enemigos: «Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen» (v. 44). Y esto no es fácil. Esta palabra no debe ser entendida como aprobación del mal realizado por el enemigo, sino como invitación a una perspectiva superior, a una perspectiva magnánima, parecida a la del Padre celeste, el cual —dice Jesús— «que hace surgir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (v. 45). (Ángelus, 19 de febrero de 2017)