Alegre y esperanzador despertar en este inicio de nuestra última semana de Cuaresma; nos levantamos con alegría con felicidad y dándote gracias por el de la vida y la salud que nos regalas hasta el momento. Gracias, Señor, por todo lo que harás por cada uno de nosotros durante esta semana, porque esperamos que sea una semana llena de tu amor, de tu presencia, de tu bondad y tu misericordia. Danos la posibilidad de hacer nuestras obras y acciones que dispongan nuestro corazón al encuentro contigo en nuestra Semana Mayor.
Queremos levantarnos para ir al encuentro de nuestros hermanos y decirles que tú nos amas. Que tengamos una semana plena de tu amor, de tu misericordia, de tu bondad y, así como evitaste juzgar a la mujer adúltera para luego perdonarla sin hacer cuenta de sus culpas, no condenemos y no juzguemos nuestros hermanos, sino que nos pongamos en su misma situación, es decir, en sus propios zapatos, teniendo en cuenta tus palabras: “no juzgues y no te juzgarán, no condenes y no te condenarán”.
Y ahora es un momento para pensar, Señor, ¿qué actitudes, en mi trato con los demás hermanos, evidencian que mi encuentro contigo me ha hecho una persona capaz de perdonar, de no juzgar ni condenar? ¿Cómo puedo testimoniar a los demás que tú eres compasivo y misericordioso?
Nuestro inicio de semana sea lleno de bondad y misericordia. Feliz lunes iniciado en ánimo y optimismo.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Esta escena también nos invita a cada uno de nosotros a ser conscientes de que somos pecadores, y a dejar caer de nuestras manos las piedras de la denigración y de la condena, de los chismes, que a veces nos gustaría lanzar contra otros. Cuando chismorreamos de los demás, lanzamos piedras, somos como estos. Al final solo quedan Jesús y la mujer, allí en el medio: «la mísera y la misericordia», dice San Agustín (In Joh 33,5). Jesús es el único sin culpa, el único que podría arrojar la piedra contra ella, pero no lo hace, porque Dios «no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (ver Ez 33,11). Y Jesús despide a la mujer con estas estupendas palabras: «Vete, y en adelante no peques más» (…) Toda conversión verdadera está encaminada a un futuro nuevo, a una vida nueva, a una vida hermosa, a una vida libre de pecado, a una vida generosa. No temamos pedir perdón a Jesús porque Él nos abre la puerta a esta vida nueva. (Ángelus, 7 de abril de 2019)