Esta mañana en la que se inicia nuestro descanso de fin de semana, es momento propicio para darte gracias por todo lo realizado en nuestras labores cotidianas. Gracias, Señor, por darnos la ocasión de meditar tu palabra, sabiendo que tus caminos no son nuestros caminos y tu pensamiento no es como el nuestro. Ante la pregunta de Pedro respecto a la suerte del discípulo amado: «Señor, y éste ¿qué?», tu respuesta no tiene equívocos: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme». Cada uno es llamado a seguirte con un proyecto de vida propio. Lo importante es el seguimiento de cada uno y no el destino que les toca a los demás. Tú tienes la libertad de enviarnos y a cada uno dar una misión específica. No somos nosotros los que tenemos de decirte lo que debes hacer. Lo más importante es testimoniar, como el discípulo amado, nuestra experiencia profunda de encuentro contigo y sentirnos como él: verdaderos «discípulos amados.
La presencia del Espíritu Santo, don prometido por Ti, es la certeza de ese amor. Ayúdanos a cumplir nuestra misión de amar y de servir y haz que la prolonguemos en nuestros hermanos con verdaderos sentimientos de unidad. Hoy, en la espera gozosa de un nuevo Pentecostés en nuestras vidas, danos los dones y los frutos de tu Espíritu Santo, para que sigamos siendo testigos de tu amor.
Gracias Señor, por este descanso de fin de semana, que nos ayudará a renovar nuestras fuerzas, para seguir amando y sirviendo iluminados por tu Espíritu Santo. Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos.
Feliz y descansado fin de semana.