Te glorificamos y te damos gracias por tu bondad y misericordia al darnos este nuevo día que iniciaremos en tu nombre y cumpliendo tu voluntad. Una vez más, Tú nos haces una llamada al realismo. Nos invitas a dejar de lado la imagen, la apariencia, y a centrarnos en la realidad. Lo importante no es que nos vean orando, sino que recemos de verdad. Lo importante no es que nos vean ayudando a los pobres, sino que dediquemos parte de nuestro tiempo y recursos a ayudarlos, aunque nadie nos vea hacerlo. Lo importante no es que nos vean ayunando, sino ayunar de verdad de las injusticias y de todas las cosas complicadas que a veces están en nuestro corazón. Ser lo que somos independientemente de que nos vean o no nos vean. Tú nos das no solamente las cosas que necesitamos, sino también compartes con nosotros lo mejor de ti mismo. Acepta de nuestras humildes manos los dones que hemos recibido de ti. Con ellos queremos expresar que también estamos dispuestos a compartir con otros, sin poner nada más que nuestra humildad y sencillez y darnos a nosotros mismos contigo. Ahora saldremos a nuestras actividades y esperamos contar con tu presencia para practicar la justicia, hacer el bien a todos, servir generosamente y amar como tú nos amas. Amén.
Un muy feliz miércoles vivido en alegría y generosidad.
En el silencio de nuestro corazón, vayamos a amar y servir a quien los necesite. Los abrazo y los bendigo.
Pensamientos para el Evangelio de hoy (evangeli.net)
* «Si ya ha prendido en ti algún brote del fuego del amor divino, no quieras manifestarlo de pronto al exterior; guárdate de lanzarlo a los vientos. Mantén cerrado el horno, para que ni se enfríe ni pierda calor» (san Carlos Borromeo).
* «Toda expresión penitencial sólo tiene valor a los ojos de Dios si es signo de un corazón sinceramente arrepentido. La verdadera “recompensa” no es la admiración de los demás, sino la amistad con Dios» (Benedicto XVI).
* «Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre. Vivió siempre en perfecta comunión con Él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la mirada del Padre ‘que ve en lo secreto’ (Mt 6, 6) para ser ‘perfectos como el Padre celestial es perfecto’ (Mt 5, 48)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1693)