Alegremente nos acogemos a tu auxilio al iniciar este primer día hábil en nuestras labores. Primer día laboral y ojalá lleno de ilusiones y buenos propósitos.
Señor, Tú vives entre nosotros, haz que seamos tu voz aunque quizás casi silenciosa y tímida cuando mostremos un poco de tu bondad, compasión y perdón por el modo de vivir. Tú vienes a nosotros, Danos una fe viva y profunda, para que vivamos en ti y nos sintamos cercanos en todo lo que decimos, que lleguemos a amarte mucho más. Nos permites iniciar un nuevo año y esta es la primera semana del primer mes. Danos la ocasión de vivir en prosperidad y confianza este inicio de todo y que en este primer día hábil en nuestras labores vayamos con confianza y plena seguridad con anhelos y esperanzas de hacer todas las cosas con la voluntad del Padre celestial y tu bondadosa compañía. Como Juan Bautista expresó su testimonio, reconociéndose como “la voz que clama en el desierto…”. Que el auxilio de nuestra Madre sea nuestro consuelo como intercesora en el amor y buenos propósitos. Amén.
Para los que reinician labores o siguen en descanso, no olvidemos encomendarnos al iniciar nuestra cotidianidad: "Señor, coloco en tus manos mis trabajos y actividades de este día y te suplico que todo sea bendecido y realizado para tu gloria". Te alabo te bendigo y me coloco en tus santas manos. llevame y traerme con bien. Feliz inicio de semana y un buen y santo día, con ilusiones y proyectos definidos.
FELIZ Y SANTO INICIO DE SEMANA
“Seamos hoy, la voz que grita en el desierto”
Una mirada al interior
UN ESPACIO PARA LA REFLEXIÓN
El volcán escupió implacable sus cenizas y la muerte pareció cubrirse bajo ellas con el fuego abrasador de la tierra. Tiempo después, la lluvia del invierno cayó sobre las laderas negras. Reveló una sorpresa: que la erupción, en realidad, era prólogo de vida. El agua convirtió la lava en minerales sueltos y libres, abono nuevo para cualquier semilla. Y, como nunca antes, verdeó el paisaje quemado… Así es el misterio del mundo: en él, la alegría siempre brota por las rendijas que no logra taponar la tristeza.
Francisco José Ruiz Pérez, sj