Otro día, otro amanecer que pasa en la vida de cada uno de nosotros para darte gracias; gracias, Señor, porque nos has despertado; gracias porque hemos abierto los ojos con salud y bienestar, porque hemos encontrado todos los sentidos que tú nos regalas. Ojalá esta nueva jornada que tú nos regalas, sea para vivirla y experimentarla en amor y servicio a los demás, especialmente en nuestros hermanos que no encuentran el rumbo de sus vidas.
Hoy en tu palabra, nos das una lección que vamos olvidando y es que tú nos has salvado nos has enseñado a vivir con corazón agradecido, todos los momentos en que nos diriges tu palabra y nos regalas tus sentimientos que son de amor y de paz, de esperanza y consuelo para que podamos confiar y esperar en ti. Lloraste por la ciudad que no quiso entender tu visita y no comprendió lo grande de tu presencia. No permitas, Señor, que por vivir este tiempo presente olvidemos todo lo que tú nos has enseñado: a vivir el servicio y amor, pero sobre todo en el cumplimiento de tu palabra. Bendícenos guárdanos y protégenos en este jueves vocacional para que nuestros oídos del corazón siempre encuentren tu palabra esperanzadora. Amén.
Un muy feliz jueves.
PALABRA DEL PAPA
Pero «también hoy Jesús llora, porque nosotros hemos preferido el camino de las guerras, la senda del odio, la senda de las enemistades». Todo esto se comprende aún más ahora que «estamos cerca de la Navidad: habrá luces, habrá fiesta, árboles luminosos, también pesebres... todo apariencia: el mundo sigue declarando la guerra, declarando la guerra. El mundo no ha comprendido la senda de la paz». (…) «¿qué queda de una guerra, de esta que estamos viviendo ahora?». Quedan «ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes: ¡muchos!». Y «mucho dinero en los bolsillos de los traficantes de armas». «Una vez Jesús dijo: “No se puede servir a dos señores: o Dios o las riquezas”». Y «la guerra es precisamente optar por las riquezas: “Fabricamos armas, así la economía se equilibra un poco, y seguimos adelante con nuestros intereses”». Al respecto, «hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”», porque «Él dijo: “¡Benditos los constructores de paz!”». Por lo tanto, los «que causan la guerra, que provocan las guerras, son malditos, son delincuentes». Una guerra, «se puede justificar —entre comillas— con muchas, muchas razones. Pero cuando todo el mundo, como sucede hoy, está en guerra —¡todo el mundo! — es una guerra mundial por fascículos: aquí, allí, allá, por todos lados». Y «no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora». (Papa Francisco, homilía en Casa Santa Marta, 19 de noviembre de 2015)
ORACIÓN
Señor Jesús, al ver tu tristeza por Jerusalén, reconozco la profundidad de tu amor y el dolor que te causa nuestra ceguera espiritual. Te pido perdón, Señor, por las veces que tu mano se ha extendido hacia mí con paz y salvación, y yo, ocupado en mis preocupaciones terrenales, no he reconocido "el tiempo de mi visitación".
Abre mis ojos y mi corazón, para que pueda discernir tu presencia en mi vida diaria, en las personas que me rodean y en las oportunidades de gracia que me ofreces. No permitas que mi terquedad o mi falta de fe me lleven a perder la paz que Tú ofreces.
Cf. Reflexión del Evangelio escrita por P. Luis Alberto Tirado Becerril, misionero del Espíritu Santo
Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz. Mientras Jesús miraba la ciudad santa, habitada por el pueblo que tanto amaba, lloraba y se lamentaba con estas palabras. Si hoy Jesús mirara … al país en el que vives, si mirara tu ciudad, tu escuela, tu trabajo o a tu familia, ¿sonreiría o lloraría?
Es decir, nosotros y nuestra sociedad ¿vivimos en sintonía con la Palabra de Dios o nos dejamos llevar por la corriente y la doctrina del mundo? ¿Somos constructores de humanidad y promotores de la vida y dignidad o nos hemos acostumbrado a la maldad e incluso justificamos el pecado? ¿estamos atentos a las necesidades de quienes viven tristes y desamparados o vivimos desconectados de los demás, mirando nuestros ombligos para no ver el rostro de los otros? ¿o los miramos solo para ver qué provecho sacamos? Cuando Jesús nos ve, como sociedad, cuando te ve a ti ¿llora o sonríe, se alegra o se lamenta?
Probablemente, frente a estas preguntas sientes que estás mucho mejor que el resto de tus conciudadanos, vecinos o familiares. Pero te invito a hacerte estas preguntas en primera persona, sin compararte ya con otros que pudieran estar peor.
Parafraseando el Evangelio de hoy, ¿estás aprovechando todas las oportunidades, gracias y medios que Dios te da para sanar tus heridas, salir de tus vicios y dejar atrás tu pecado? Si sí, no te rindas, sigue alimentándote de la Palabra, la Eucaristía, los demás Sacramentos y la protección de María, suscitando complacencia en el corazón del Padre y sonrisas en el rostro de Jesús, trabajando hasta en lo más mínimo para la gloria de Dios.
Pero si no estás aprovechando todas las oportunidades: acércate a Cristo, pon los medios, busca ayuda, arranca de tu vida todo lo que es ocasión de pecado, ríndete ante el Señor y toma la firme determinación de luchar con todas las fuerzas, hasta que le des plena libertad de acción a Dios en tu vida y Él te rescate, te sane, te libere, te salve y te dé la paz.
Pregunta:
¿Reconozco los momentos en los que Dios ha pasado por mi vida y me ha hablado?
Cita bíblica del día.
«No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo». (Juan 14,27).
