Lindo y bendecido amanecer, en que te damos gracias por vivir la amistad como Tú nos enseñas: «amigo es el que es capaz de dar la vida por los demás». Gracias, Señor, por ser nuestro amigo. Danos la sabiduría de tu Espíritu para comprender tu palabra y tu mensaje. Nos has nombrado administradores, pero no pretendemos ser mediocres ni aprovechados de tu bondad. Ayúdanos a tener sentimientos generosos y comprender que todo lo que tenemos, nos lo das porque tú lo quieres. Lo que tú creas lo das generosamente y nos lo confías a nosotros. Sin embargo, intentamos con egoísmo agarrar en nuestras manos riquezas y poder y hasta somos egoístas.
Te damos gracias porque tú eres diferente: generoso y discreto, detrás de tus dones. Enséñanos a no sentirnos menores cuando los demás se hacen grandes, y a no sentirnos más pobres si otros son pudientes y ricos.
Queremos tener la misma mentalidad tuya, que renunciaste al prestigio y al poder en beneficio nuestro. Danos la capacidad de que seamos buenos administradores de todos los buenos dones que el Padre celestial nos da, utilizados en beneficio de los que nos rodean. Ojalá podamos escuchar tus palabras: «Administrador fiel y solícito pasa al banquete de Tu Señor». Recordemos y tengamos muy en cuenta tus palabras: «no pueden servir a Dios y al dinero».
Un muy feliz domingo, siendo buenos administradores y un Bendecido descanso, Compartido en familia.
PALABRA DEL PAPA
La lógica del lucro aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos.
En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás. (…) Hoy, como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz. Así pues, parafraseando una reflexión de san Agustín, podríamos decir que por medio de las riquezas terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En efecto, si existen personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener un bienestar material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos, deberíamos preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta tierra! (Benedicto XVI – Celebración eucarística en la Plaza delante de la Catedral de Velletri en ocasión de la Visita Pastoral a la diócesis suburbicaria de Velletri-Segni, 23 de septiembre de 2007)
Reflexión escrita por Pbro. Ernesto María Caro.
Iniciemos diciendo que el Evangelio de hoy nos presenta una enseñanza profunda de Jesús: “No pueden servir a Dios y al dinero”
Vivimos en un mundo donde el dinero ocupa con frecuencia el lugar de Dios.
Lo vemos todos los días: se sacrifica la salud, el descanso, la familia y hasta la educación de los hijos… todo, en nombre de “salir adelante”. Pero el problema no es el dinero en sí, sino el desorden de nuestros afectos. Y es que, cuando el dinero se convierte en el centro de nuestra vida y de todas nuestras decisiones, perdemos la paz, el equilibrio y la verdadera felicidad.
Jesús nos invita hoy a vivir lo que san Ignacio de Loyola llama “la santa indiferencia”, es decir, no estar atados a nada, para que solo Dios marque nuestras prioridades. Esta frase de san Ignacio encuentra su apoyo en las palabras de san Pablo que dice con claridad en la carta a los Filipenses, en el capítulo 4: “He aprendido a vivir en la pobreza y en la abundancia. Todo lo puedo en Aquél que me fortalece”.
Recuerda que la verdadera libertad no está en tener más… sino en necesitar menos. Jesús nos invita hoy a vivir la santa indiferencia: que nada nos ate, para que Dios sea siempre nuestro único Señor.
ORACIÓN
Señor, Tú me recuerdas que no se puede servir a dos señores, y que mi corazón debe ser indiviso, centrado únicamente en Ti. Hoy quiero agradecerte, porque me has dado vida, dones y recursos que no me pertenecen, sino que me han sido confiados para ponerlos al servicio de tu Reino y del bien de mis hermanos. Amén.
