Hoy es Domingo, día del Señor, día para dar gracias por todo lo que de él recibimos durante la semana, por los momentos de alegría y las personas con las que pudimos compartir, por nuestras dificultades y por los momentos que parecieron grises pero pudimos superar porque contamos con la confianza puesta en el Señor.
Señor, tú eres la verdadera luz que guía nuestros pasos. Abre nuestras mentes a tu luz, para que respondamos a tu amor y te confiemos todo nuestro ser. Líbranos de la oscuridad del pecado y de y del mal. Muéstranos tu paz y tu luz. Disipa de nuestros corazones la oscuridad del miedo y de la ansiedad y condúcenos hacia a la alegría y a la luz.
Sabemos, Señor, que en nuestro caminar hacia ti, Tú nos iluminas con tu Palabra y nos fortaleces con el alimento de su cuerpo. Transfórmanos a tu imagen, como luz para el mundo, para que llevemos una chispa de esperanza donde haya desesperación, un resplandor de alegría donde haya tristeza, mucho amor donde haya indiferencia, odio y rencor. Señor, queremos llevar con nosotros tu luz para que resplandezca en nuestras vidas, llevemos tu mensaje de alegría y esperanza y mostremos que Tú vives en nosotros por lo que somos y hacemos.
Acompáñanos. Que tu santa bendición descienda sobre nosotros y permanezca siempre. Amén.
Feliz y compartido Domingo.
Oración para empezar el Domingo
Padre de bondad: En este domingo me despierto lleno de alegría para darte gracias por la dicha de vivir un nuevo amanecer, por la brisa de la mañana, por mi hogar, por la familia que me has dado, porque tenemos salud y bienestar y porque sentimos tu presencia a cada instante en nuestra vida.
Padre Misericordioso, en este domingo vengo a pedirte por mi familia, por mis amigos, por mis necesidades y sobre todo por mis seres queridos.
Danos hoy tu bendición, y permítenos ser ejemplo de lo que tú quieres para seamos. Amén.
Reflexión
Cuando los discípulos se encuentran justo en medio de su trabajo, oyen la llamada de Jesús y no dudan un solo momento; ellos no dicen: «Déjanos regresar a casa para hablar con nuestros próximos». ¡No!, lo dejan todo inmediatamente y le siguen, tal como Eliseo hizo con Elías. Es esta clase de obediencia la que nos pide Cristo, sin la más mínima duda, incluso en el caso de que nos apremien necesidades aparentemente más urgentes. Por eso cuando un joven que le quería seguir le pidió si podía ir antes a enterrar a su padre, ni tan solo esto se lo dejó hacer (Mt 8, 21). Seguir a Jesús, obedecer su palabra, es un deber que está por encima de todos los demás.