
22-feb.-2023, miércoles de la 7.ª semana del Tiempo Ordinario
Miércoles de ceniza
Señor, hoy comenzamos nuestros cuarenta días de Cuaresma, cuarenta días de preparación para Pascua. ¿Para qué estos cuarenta días de penitencia y conversión? Para volver a Dios, a lo mejor de nosotros mismos y también a nuestro prójimo. Cuarenta días de travesía, subiendo la montaña y purificando nuestro corazón. Perdónanos, Señor, las veces en que de muchas maneras hemos intentado decidir por nosotros mismos lo bueno y lo malo, pero hemos acabado haciendo de nosotros mismos el centro del mundo, a expensas de nosotros mismos, de Ti y de nuestros hermanos. Ahora es el tiempo propicio que nos regalas para volver al primer amor contigo y volvernos hacia los hermanos que nos rodean. Hoy queremos expresar nuestro deseo sincero de cambiar, recibiendo la ceniza como signo del camino que queremos emprender y que lo haremos con verdaderos sacrificios espirituales y materiales, con el ayuno, la oración y la limosna.
Te pedimos nos ayudes a quitarnos hoy las máscaras de la falsedad y la mentira y volver nuestro rostro y nuestro corazón a ti. Los invito a que hagamos esta oración: Oh Dios, Padre nuestro: Tú sabes con qué frecuencia intentamos caminar por nuestros senderos egoístas. No nos permitas vivir y morir sólo para nosotros mismos o cerrar nuestros corazones a los otros. Ayúdanos a vernos a nosotros mismos y a la vida como dones tuyos. Haznos receptivos de tu palabra y de tu vida y haznos crecer en tu mentalidad y actitudes. Amén.
Feliz inicio de Cuaresma y esperanzador inicio del ascenso a la montaña esperanzadora.
«Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña» (papa Francisco).
Al imponer la ceniza en la cabeza de los fieles, el celebrante repite: "Recuerda que eres polvo y al polvo volverás". Volver al polvo es destino común de hombres y animales. Pero el ser humano no es solo carne, sino también espíritu; si la carne tiene como destino el polvo, el espíritu está hecho para la inmortalidad. Además, el creyente sabe que Cristo resucitó, venciendo a la muerte también en su cuerpo. Hacia esta perspectiva también él camina en la esperanza... Recibir la ceniza en la cabeza significa, por tanto, reconocer que somos criaturas, hechas de tierra y destinadas a la tierra (cf. Gn 3, 19); al mismo tiempo, significa proclamarse pecadores, necesitados del perdón de Dios para poder vivir de acuerdo con el Evangelio (cf. Mc 1,15); y significa, por último, reavivar la esperanza del encuentro definitivo con Cristo en la gloria y en la paz del cielo.