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22-may.-2024, miércoles de la 7.ª semana del Tiempo Ordinario

«Si el Señor lo quiere, viviremos y haremos esto o lo otro»

Gracias, Señor, por la mañana que iniciamos con corazón agradecido y dispuestos a hacer tu voluntad. Hoy, en tu gran lección de amor, nos regalas en boca del apóstol Santiago estas palabras: «Si el Señor lo quiere, viviremos y haremos esto o lo otro». Colocamos en tus manos nuestras vidas y realizamos todo según tu voluntad. No seguimos nuestros propósitos, sino los tuyos y sabemos que quieres siempre lo mejor para nosotros. Permítenos tomar de san Agustín en estas palabras y juntarlas a nuestro sentir: “Nuestro corazón permanece inquieto” hasta que haya descubierto el camino que tú nos ofreces. 

Ayúdanos a poner nuestra confianza y alegría no en cosas frágiles, perecederas, sino en ti y en tu Buena Nueva de salvación. Haznos pobres de espíritu y receptivos; danos a cada uno de nosotros un corazón atento y sabio para seguir buscando, hasta que te encontremos a ti en nuestros hermanos. Que hoy nuestra cosecha “SI DIOS QUIERE” sea abundante y procuremos el bien para nuestros hermanos. 

Consagramos nuestro día a ti Señor. Que las alegrías de uno sean las alegrías de todos. 

Un muy feliz miércoles vivido en alegría y optimismo y colocado en las manos del Señor. Amén.

RECORDEMOS: cuando Dios quiera; como Dios quiera; cuando Él quiera. Abrazos y bendiciones abundantes. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Las palabras de Jesús desvelan una tentación y ofrecen una exhortación. La tentación es la de la cerrazón. Los discípulos querían impedir una obra de bien solo porque quien la realizaba no pertenecía a su grupo. Piensan que tienen “la exclusiva sobre Jesús” y que son los únicos autorizados a trabajar por el Reino de Dios. Pero así terminan por sentirse predilectos y consideran a los otros como extraños, hasta convertirse en hostiles con ellos. (…)  Cada cerrazón, de hecho, hace tener a distancia a quien no piensa como nosotros, y esto —lo sabemos— es la raíz de muchos males de la historia: del absolutismo que a menudo ha generado dictaduras y de muchas violencias hacia quien es diferente.

Pero es necesario también velar sobre la cerrazón en la Iglesia. Porque el diablo, que es el divisor —esto significa la palabra “diablo”, que causa la división— siempre insinúa sospechas para dividir y excluir a la gente. Tienta con astucia, y puede suceder como a esos discípulos, ¡que llegan a excluir incluso a quien había expulsado al mismo diablo! A veces también nosotros, en vez de ser comunidad humilde y abierta, podemos dar la impresión de ser “los primeros de la clase” y tener a los otros a distancia; en vez de tratar de caminar con todos, podemos exhibir nuestro “carné de creyentes”: “yo soy creyente”, “yo soy católico”, “yo soy católica”, “yo pertenezco a esta asociación, a la otra…”; y los otros pobrecitos no. Esto es un pecado. Mostrar el “carné de creyentes” para juzgar y excluir. Pidamos la gracia de superar la tentación de juzgar y de catalogar, y que Dios nos preserve de la mentalidad del “nido”, la de custodiarnos celosamente en el pequeño grupo de quien se considera bueno: el sacerdote con sus fieles, los trabajadores pastorales cerrados entre ellos para que nadie se infiltre, los movimientos y las asociaciones en el propio carisma particular, etc. Cerrados. Todo esto corre el riesgo de hacer de las comunidades cristianas lugares de separación y no de comunión. El Espíritu Santo no quiere cierres; quiere apertura, comunidades acogedoras donde haya sitio para todos.

Y después en el Evangelio está la exhortación de Jesús: en vez de juzgar todo y a todos, ¡estemos atentos a nosotros mismos!  (Ángelus, 26 de septiembre de 2021)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.