Pasar al contenido principal

23-ago.-2025, sábado de la 20.ª semana del T. O.

Recibimos de ti esta adorable y fresca mañana finalizando nuestra semana laboral y poniéndonos en tus manos para hacer tu voluntad de amarnos y servir

Recibimos de ti esta adorable y fresca mañana finalizando nuestra semana laboral y poniéndonos en tus manos para hacer tu voluntad de amarnos y servirnos mutuamente los unos a los otros. 

En tu palabra iniciamos nuestras labores para demostrarte nuestro afecto y gratitud por la semana que estamos terminando, que por tu bondad y generosidad ha sido muy productiva y de muchas enseñanzas en las que hemos compartido palabras de esperanza y sentimientos de fe. Gracias por permitirnos conocer profundamente tu mandamiento de amor, ya que por medio de él hemos comprendido verdaderamente tu palabra. En este día en que recordamos a santa Rosa de Lima, mujer admirable por su grandeza de corazón, su generosidad en el amor a Ti y al prójimo y su valor en escoger el camino del servicio y la atención a los más necesitados. Hoy encontramos otra figura bíblica en Rut mujer fiel a su pueblo y a los suyos. Ayúdanos en este día a ser generosos y compasivos, pero ante todo obedientes a tu voluntad como fueron santa Rosa de Lima y Rut. Bendícenos abundantemente y protégenos en compañía de Nuestra Madre y que ella interceda por nosotros. Amén 

LAS PALABRAS DE LOS PAPAS

“¿Quieres ser grande?”, preguntó San Agustín; y él respondió: “Comienza por lo más pequeño. ¿Quieres construir una estructura de gran altura? Piensa primero en el fundamento de la humildad” (S. Agustín, Sermón 69, 1,2). Si realmente queremos construir el edificio de nuestra santificación, debemos basarlo en la humildad. Jesús es nuestro modelo. Él, como dice San Pablo, “siendo en forma de Dios… se despojó de sí mismo, tomando la forma de siervo… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2, 6-8). ¿Cómo no sentir, cómo no ser pequeños y humildes ante el misterio de la encarnación y la redención, ante el Hijo de Dios que gime en Belén, que se envuelve en silencio en Nazaret, que vive la vida de pobreza, que muere en una cruz desnuda? Jesús es el primero, el verdaderamente humilde, el único que verdaderamente glorificó a Dios —de hecho, Dios es «glorificado por los humildes», nos dice el Eclesiástico (Ecl. 3,20)— porque se humilló a lo largo de su existencia, manifestando victoriosamente su poder como Señor, y fue lo que él mismo definió como: «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). (San Juan Pablo II - Misa en Anagni, 31 de agosto de 1986)

Oración introductoria

Señor, abro mi corazón y mi mente y humildemente nuestros oídos escucharán tu voz. Dame docilidad para comprender lo que tú me invitas a llevar a los demás.

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.