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23-jul.-2025, miércoles de la 16.ª semana del T. O.

Tu fidelidad brilla sobre todo y en cada circunstancia: «haré llover pan del cielo», «al atardecer comeréis carne y a la mañana os saciaréis de pan»

Con el corazón lleno de sentimientos iniciamos este día dándote gracias por todo lo que recibimos de Ti y lo que recibiremos. No queremos ser desagradecidos, como en tantas ocasiones lo somos, sin darnos cuenta muchas veces lo mucho que nos das. 

Hoy nos muestras en tu palabra la actitud negativa del pueblo de Israel. Quienes han sido amados por Dios, quienes son objeto de su preocupación y cariño, quienes han sido librados de la mano opresora del Faraón añoran las ollas de Egipto y tiempos pasados que parecen mejores. Como tantas otras veces sus actitudes se parecen mucho a las nuestras. 

¡Cuántas veces hemos vivido episodios semejantes en el caminar de nuestro diario vivir! El desierto no se presenta atractivo, como tampoco lo son a primera vista muchas de las puertas estrechas que nos invitas a cruzar. Tu fidelidad brilla sobre todo y en cada circunstancia: «haré llover pan del cielo», «al atardecer comeréis carne y a la mañana os saciaréis de pan». De muchos modos Dios Padre sigue ofreciéndonos pan del cielo; uno de esos modos es tu misma Palabra; esa palabra que muchas veces no es escuchada, pero que nosotros tenemos la gracia y el privilegio de escuchar; esa palabra que Tú —el Sembrador— sales a diario a sembrar, encontrando acogidas muy diferentes. 

Ayúdanos a ser la tierra buena que acoge tu Palabra. Enséñanos a preparar nuestro corazón para que puedas darnos cada día la ración de verdadero pan del cielo que nos convenga. Guíanos y permítenos llegar a tantos hermanos que viven en inconformismo y pesimismo, para llevarles tu palabra y tu amor misericordioso y generoso. Amén. 

Feliz y fructífero miércoles. Abrazos y bendiciones abundantes.

LAS PALABRAS DE LOS PAPAS

La imagen, tomada de la naturaleza, describe con inmediatez y eficacia el misterio sobrenatural de la comunión de vida entre Jesús y los suyos. Como acontece en el caso de la vid y los sarmientos, también entre el Maestro y sus discípulos circula la misma savia vital, se transmite la misma vida divina, la vida eterna «que estaba en el Padre y se nos manifestó» (1 Jn 1, 2). Los sarmientos están unidos a la vid y de ella toman su alimento, para poder dar fruto. Del mismo modo, los discípulos están unidos al Señor y, gracias a esta unión existencial, pueden actuar espiritualmente y dar fruto: «Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí» (Jn 15, 4). Los sarmientos no tienen vida propia: viven sólo si permanecen unidos a la vid donde han brotado. Su vida se identifica con la de la vid. La misma savia circula entre la vid y los sarmientos; ambos dan el mismo fruto. Entre ellos existe, por consiguiente, un vínculo indisoluble, que simboliza muy bien el que existe entre Jesús y sus discípulos: «Permaneced en mí, como yo en vosotros» (Jn 15, 4). (San Juan Pablo II – Audiencia general 25 de enero de 1995)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.