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23-nov.-2025, domingo de la 34.ª semana del T. O.

Solemnidad de Cristo Rey

Te damos gracias por un nuevo amanecer y nos colocamos en tus manos en este día dedicado a Ti con la solemnidad de Cristo Rey, que antecede el cierre del año litúrgico en el que hemos contemplado tu nacimiento, tu vida, tu mensaje, tu muerte y tu resurrección. 

Te entregaste en la cruz por nosotros para mostrarnos toda la profundidad del amor del Padre, su misericordia con los pecadores, la promesa del paraíso para el ladrón crucificado, la gracia del Padre que nos acepta como tus hermanos e hijos y herederos del Reino. Tú quieres que te reconozcamos como nuestro Rey, coronado de espinas y entronizado en una cruz, como nuestro líder sin ejército ni poder. Haz que, como Tú, elijamos el amor como nuestro único poder y el servicio humilde como nuestra única grandeza.

Que sea éste el modo cómo tu reinado crezca entre nosotros, hasta que nos lleves a tu alegría y felicidad verdaderas. Gracias, Señor, por mostrarnos el camino del amor y del servicio, ya que tú no viniste a ser un rey terreno, sino un rey cuya divinidad se dio en darnos un reino de justicia, de amor, de fraternidad y solidaridad en el servicio y la entrega a los más necesitados. Ayúdanos para que nuestro humilde y sencillo servicio sea a ejemplo tuyo y que tu Reino sea lo que Tú quieres de cada uno de nosotros. Te alabamos, te glorificamos y te bendecimos. Amén. 

Feliz y agradable domingo para todos. 

PALABRA DEL PAPA

Sobre la cruz aparece una sola frase: «Este es el rey de los judíos» (Lc 23,38). He aquí el título: rey. Pero observando a Jesús, la idea que tenemos de un rey da un vuelco. Intentemos imaginar visualmente un rey. Nos vendrá a la mente un hombre fuerte sentado en un trono con espléndidas insignias, un cetro en las manos y anillos brillantes en los dedos, mientras dirige a sus súbditos discursos solemnes. Esta es, más o menos, la imagen que tenemos en la mente. Pero mirando a Jesús, vemos que Él es todo lo contrario. No está sentado en un cómodo trono, sino más bien colgado en un patíbulo. El Dios que «derribó a los poderosos de su trono» (Lc 1,52) se comporta como siervo crucificado por los poderosos. Está adornado sólo con clavos y espinas, despojado de todo más rico en amor; desde el trono de la cruz ya no instruye a la multitud con palabras, ni levanta la mano para enseñar. Hace mucho más: en vez de apuntar el dedo contra alguien, extiende los brazos para todos. Así se manifiesta nuestro rey, con los brazos abiertos. (…) Sólo entrando en su abrazo entendemos que Dios se aventuró hasta ahí, hasta la paradoja de la cruz, justamente para abrazar todo lo que es nuestro, aun aquello que estaba más lejos de Él: nuestra muerte —Él abrazó nuestra muerte—, nuestro dolor, nuestra pobreza, nuestras fragilidades y nuestras miserias. Él abrazó todo esto. Se hizo siervo para que cada uno de nosotros se sienta hijo. (Papa Francisco - Catedral de Asti, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo - 20 de noviembre de 2022)

ORACIÓN 

Oh, Cristo Rey, soberano del cielo y de la Tierra, te aclamo como el Señor de toda la historia y el dueño de cada instante de mi vida. Reconozco tu majestad, que trasciende todo poder terrenal y toda autoridad humana.

Te pido, Rey Omnipotente, que tu reino se manifieste plenamente en mi corazón y en mi hogar. Que tu justicia y tu amor sean la ley que rija mis pensamientos, palabras y acciones. Ayúdame a someter mi voluntad a la tuya, y a vivir cada día como súbdito leal de tu reinado eterno. Amén. 

Reflexión del Evangelio escrita por Pbro. Ernesto María Caro

Este pasaje en la reflexión de Lucas tiene un espacio muy significativo, pues nos presenta, por un lado, las burlas de los enemigos de Jesús, pero, por otro lado, vemos al pecador arrepentido reconociendo a Jesús como verdadero Rey, a quien le dice: ‘cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí’.

Y es que la realeza de Cristo no se basa en el poder, la riqueza o la dominación, sino en el amor que se entrega hasta el final; la cruz que podría parecernos el escenario de la derrota, en realidad es la sede de la misericordia desde donde Cristo reina, ofreciendo perdón y salvación para todos los que, como el ladrón arrepentido, lo reconoce y aclama como Rey y centro de su vida; no solo con la boca, sino con el corazón.

En esa cruz, mis queridos hermanos, encontramos misericordia y amor para todos nosotros los pecadores. Es pues, necesario reconocerlo y vivir como auténticos moradores del Reino, de un Reino que ya está presente y que se hace manifiesto por la acción del Espíritu Santo.

De manera que al final del año litúrgico, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre cómo hemos permitido que Cristo reine nuestras decisiones, relaciones y compromisos. Por ello recuerda, Jesús siempre tiene los brazos abiertos en la cruz para recibir nuestra conversión, para reconocerlo como verdadero Rey y Señor de nuestra vida. 

Pregunta:

¿Reconozco a Cristo como Rey en mi vida, especialmente en los momentos de cruz?

Cita bíblica del día.

"Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre". (Filipenses 2,8-9)

 

Se humilló a sí mismo... Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. (Fil 2,8-9)
Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.