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24-nov.-2025, lunes de la 34.ª semana del T. O.

Una semana más, un nuevo amanecer y un nuevo iniciar en la vida de cada uno de nosotros.

Una semana más, un nuevo amanecer y un nuevo iniciar en la vida de cada uno de nosotros. Gracias por darnos otro día para vivirlo y servirlo amándote a Ti y a nuestros hermanos. 

Hoy tu palabra nos habla de generosidad y en la primera lectura de fortaleza. Los siete jóvenes Macabeos, quieren mantenerse fieles a la ley. Más allá del riesgo que corren, saben que la ley está por encima de todo y guardarla es un signo de su resistencia ante lo que el rey invasor propone.

Hoy también mucho de lo que nos rodea quiere absorber nuestros principios y sobre ellos introducir un modo de vivir ajeno a nuestro discipulado. Tú nos enseñas que la fidelidad adquiere su grandeza cuando, en medio de las dificultades, nuestra fe se mantiene firme. Son tiempos difíciles, donde se nos pide fortaleza para no sucumbir ante quienes, de múltiples formas, nos invitan a desdecirnos de nuestra condición de seguidores tuyos. Danos la fortaleza y la confianza de estos jóvenes para no desfallecer ante los obstáculos que nos presenta la vida.

Permite que seamos capaces de cambiar nuestro modo de “mirar”, para ir asemejándonos al tuyo. Tú sabes ver lo que hay en nuestros corazones como viste en aquella ocasión el corazón de la pobre viuda. Y en ese corazón viste humildad, desprendimiento; en definitiva, amor a Dios. Ayúdanos a comprender el valor del desprendimiento y la generosidad no sólo en términos materiales sino en términos espirituales. La mayor riqueza la llevamos en el corazón y todo lo que tenemos, Tú lo bendices y multiplicas cuando nos abrimos totalmente a tu voluntad. Danos generosidad para mirar con tus mismos ojos y amar con tu mismo corazón. 

El pueblo de Vietnam escuchó el evangélico predicado, en primer lugar, por los misioneros pertenecientes a las órdenes religiosas, pero allí muchos vietnamitas fueron martirizados entre los que se cuentan obispos y presbíteros, religiosos, religiosas, catequistas hombres y mujeres de distintas condiciones sociales. Allí fueron dando testimonio de generosidad en su tiempo y en sus propias vidas. Como estos mártires y sus compañeros, permite que nuestro testimonio de vida, sea de entrega y disponibilidad.  Bendícenos para que tengamos un buen día, y un buen inicio de semana, con el corazón dispuesto a mirar como Tú nos miras. 

Generosa y santa semana para todos. 

Palabra del Papa

Pero los pobres … no sólo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos… En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En la parábola del fariseo y el publicano, Jesús presenta a este último como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo (S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada mundial de la juventud, enero 2014).

ORACIÓN 

Señor, hoy quiero entregarte lo poco que soy y que tengo. Tú miras el corazón más que la abundancia. Quiero ser como aquella viuda que confió en Ti y lo dio todo, sin reservar nada para sí. Enséñame a vivir desprendido y a dar con alegría. Que no tema vaciarme por amor, porque quien se entrega totalmente, nunca queda defraudado por ti. Amén.

Reflexión del Evangelio fue escrita por Paola Treviño, consagrada del Regnum Christi.

Hoy día vemos a una mujer que comprendió de fondo lo que significa adorar a su Rey: llega silenciosa al templo, pasa por la caja de las ofrendas, mete la mano a su bolsillo y saca dos moneditas. No hay más, es todo lo que tiene, es todo lo que tiene para vivir, no titubea y lo da todo. 

Y aquí quisiera compartirles una experiencia que tuve en mis años de misionera en Haití. Habían pasado dos meses del terremoto que devastó la isla, aquello era una escena de terror. Una mañana, íbamos recorriendo una aldea y de pronto nos salen al encuentro cuatro chiquillos desnuditos, la mamá venía detrás. Poco a poco, fuimos conociendo su situación: su marido la había dejado con nueve hijos, el mayor de 12 años. Los tres mayores ya salían a trabajar para traer algo de comer a la casa.

Lo que en un principio pensábamos que era un lugar donde guardaban los animales, nos dimos cuenta de que era su casa. De inmediato sacamos de nuestra mochila misionera algo de ropa para los niños y galletas. Los niños se las devoraban.

Al terminar nuestra conversación, le dimos a la Señora Didi —recuerdo perfectamente su nombre— la mitad de una bolsa de almendras; ella entró a la casa, sacó una jícara, la llenó de almendras y se la llevó a la vecina que nos veía desde su casita. Didi se acerca y me dice: ‘hermana, ellos tampoco han comido desde hace días’.

¡Qué gran lección nos dan estas personas!, tanto la mujer del Evangelio, la viuda pobre, como menciona el Evangelio, como Didi, no dan lo que les sobra, sino dan lo que tienen para vivir. Ojalá que nosotros también no demos lo que nos sobra, sino lo que tengo para vivir: tiempo, alegría, energía, amor. Metamos la mano a la bolsa, metamos la mano al corazón y pongámoslo todo en la caja de las ofrendas. 

Hoy, demos esos cinco minutos de mi tiempo, con toda atención, a alguien que realmente nos necesite o a algún miembro de nuestra familia. 

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.