En nuestro segundo día de la semana el corazón se llena de agradecimiento por este amanecer que nace para cada uno de nosotros, y lo recibimos con el testimonio de un querido santo: san Pío de Pietrelcina.
Nacido el 25 de mayo de 1887, hijo de Horacio Forgione y su madre María Guiuseppa. En 1903, con el hábito Capuchino, recibió su nuevo nombre: fray Pío de Pieltrecina. De él, dijo san Pablo VI: “celebraba humildemente la eucaristía y confesaba de la mañana a la noche y era, aunque difícil de admitir, el verdadero representante de los estigmas de Nuestro Señor”. Fue canonizado el 16 de septiembre de 2001 por el papa San Juan Pablo II. Que con su testimonio de vida este santo sacerdote humilde, sencillo y entregado a los pobres nos ayude a ser servidores en humildad y sencillez, cumpliendo la voluntad del Padre celestial. Hoy en tu palabra, Señor, nos muestras cómo formas una familia, no basada en la sangre ni en el parentesco, sino en la comunión profunda entre Tú y tu misión: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra».
Nuestra tarea como discípulos es construir hogar, familia. Construyamos un hogar en nuestro corazón y edifiquemos la comunidad cristiana no como una institución fría, sino como una familia que acoge en su hogar, contigo y gracias a Ti. Permítenos, Señor, escuchar y acoger tu palabra, porque así lograremos formar una verdadera familia en el amor, el servicio y la solidaridad. Gracias por ser nuestro Hermano Mayor. Amén.
Feliz y acogedor martes.
PALABRAS DEL PAPA
«Quienes escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica». Estas son las dos condiciones para seguir a Jesús: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Esta es la vida cristiana, nada más. Muy simple. Quizás la hemos hecho un poco difícil con tantas explicaciones que nadie entiende. La vida cristiana es así: escuchar la Palabra de Dios y practicarla. Cada vez que hacemos esto, abrimos el Evangelio, leemos un pasaje y nos preguntamos: “Con esto, ¿me está hablando Dios? ¿Me está diciendo algo? Y si dice algo, ¿qué me dice?”. Esto es escuchar la Palabra de Dios, escuchar con nuestros oídos y escuchar con nuestros corazones, abrir nuestros corazones a la Palabra de Dios. Los enemigos de Jesús escucharon la Palabra de Jesús, pero lo apoyaron tratando de encontrar un error, de hacerle resbalar, de hacerle perder su autoridad, pero nunca se preguntaron: “¿Qué me dice Dios en esta Palabra?”. Y Dios no solo habla a todos: sí, habla a todos, pero nos habla a cada uno de nosotros; El Evangelio fue escrito para cada uno de nosotros. Jesús acoge a todos, incluso a quienes vienen a escuchar la Palabra de Dios y luego lo traicionan. Pensemos en Judas: «Amigo», le dice en el momento en que lo traiciona. El Señor siempre siembra su Palabra, y solo pide un corazón abierto para escucharla y la disposición para ponerla en práctica. (Papa Francisco, Meditación Santa Marta, 23 de septiembre de 2014)
Reflexión escrita por Juan Lara, miembro de Vivir en Cristo
Jesús nos enseña en este Evangelio que la verdadera relación profunda y duradera con Él se da entre aquellos que escuchan su Palabra, pero no solo eso, sino que la ponen en práctica. Creer y obedecer sus mandamientos es lo que distingue a un verdadero seguidor de Cristo.
La verdadera identidad de una persona está en la relación que logra mantener con Cristo a través de la oración, los Sacramentos, la lectura de la Palabra y la aplicación de ésta en su propia vida. Cuando un grupo de personas camina en comunidad hacia ese mismo fin, se convierte en una verdadera familia.
No solo escuches la Palabra, conócela, vívela y ponla en práctica para que Jesús te reconozca como parte de su familia.
