Pasar al contenido principal

24-jun.-2024, lunes de la 12.ª semana del Tiempo Ordinario

[El nacimiento de] Juan [el Bautista] fue una sorpresa para sus familiares. Su vida no le llevó a hacer un trabajo normal sino a alentar la esperanza del pueblo.

Un nuevo amanecer, caminos por recorrer para iniciar nuestra jornada cumpliendo tu voluntad. Gracias te damos por el amor; el don de la vida y por la fiesta que podemos celebrar en este día de San Juan Bautista, porque la fiesta de hoy está marcada por la alegría. ¿Quién no se alegra con el nacimiento de un niño? Por la sencilla razón de que un niño recién nacido es signo de esperanza. Es la vida que brota nueva; es la primavera, la promesa de futuro hecha realidad. El niño recién nacido, cambia las relaciones de los esposos, da nueva vida a los abuelos, genera una nueva forma de estar en familia, alegra la vida de tíos. En fin, trae felicidad. Zacarías e Isabel no habían sido bendecidos con hijos. Por eso la alegría de aquel nacimiento fue mayor de lo normal. Todos se sentían llenos de esperanza. Podían mirar al futuro con tranquilidad. Había un niño que extendería la vida de la familia, que portaría su nombre. El futuro de un niño es siempre una sorpresa. Y Juan fue una sorpresa para sus familiares. Su vida no le llevó a hacer un trabajo normal sino a alentar la esperanza del pueblo. ¿Qué trabajo mejor que alentar la esperanza de los demás? Hoy te pedimos que nos ayudes a proclamar tu mensaje de esperanza y optimismo. Danos el valor de abandonar nuestras comodidades y actitudes y de abrirnos resueltamente a nuestros hermanos y mostrar el camino que tú nos ofreces. Cambia nuestros corazones; pon en nuestros labios palabras de fe, esperanza y caridad y que nuestras acciones, como las de Juan, hablen sin miedo tu lenguaje de amor, humildad y sencillez. 

Un muy feliz, esperanzador y testimonial inicio de semana; que esta sea llena de éxitos y satisfacciones. Bendiciones abundantes. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Todo el evento del nacimiento de Juan Bautista está rodeado por un alegre sentido de asombro, de sorpresa, de gratitud. Asombro, sorpresa, gratitud. La gente fue invadida por un santo temor a Dios «y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas» (v. 65). Hermanos y hermanas, el pueblo fiel intuye que ha sucedido algo grande, incluso si humilde y escondido y se pregunta «¿Qué será este niño?» (v. 66). El pueblo fiel de Dios es capaz de vivir la fe con alegría, con sentido de asombro, de sorpresa y de gratitud. Vemos a aquella gente que hablaba bien de esta cosa maravillosa, de este milagro del nacimiento de Juan, y lo hacía con alegría, estaba contenta, con sentido de asombro, de sorpresa y de gratitud. Y viendo esto preguntémonos: ¿cómo es mi fe? ¿Es una fe alegre o una fe siempre igual, una fe «plana»? ¿Tengo un sentido de asombro cuando veo las obras del Señor, cuando escucho hablar de cosas de la evangelización o de la vida de un santo, o cuando veo a tanta gente buena: ¿siento la gracia dentro, o nada se mueve en mi corazón? ¿Sé sentir las consolaciones del espíritu o estoy cerrado a ello?  (…) Pensemos en estas palabras, que son estados de ánimo de la fe: alegría, sentido de asombro, sentido de sorpresa y gratitud. (Ángelus, 24 de junio de 2018)

Pensamientos para el Evangelio de hoy

* «‘Yo soy la voz que grita en el desierto’. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio (san Agustín).

* «¡Cuántas personas pagan caro el precio del compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad!» (Francisco).

* «San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. ‘Profeta del Altísimo’ (Lc 1,76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio. Desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser ‘el amigo del esposo’ (Jn 3,29) a quien señala como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ (Jn 1,29). Precediendo a Jesús ‘con el espíritu y el poder de Elías’ (Lc 1,17), da testimonio de Él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 523).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.