Gracias te damos por el don de la vida; gracias porque hemos despertado pensando en ti, en tu entrega generosa y en tu amor. Bendito seas por siempre.
El amor con el que nos amas nos da la fortaleza necesaria para levantarnos e ir a nuestros hermanos y servirles con generosidad y solidaridad. Es momento de encontrar el sendero que debemos recorrer para que sepamos seguirte en tu camino de servicio, que es el que conduce a la victoria y al servicio amoroso, de la disponibilidad para llegar a la gloria pasando por el sacrificio. Danos tu mentalidad y actitud para que aprendamos a servir como tu serviste y amar como tu amaste. Hemos vivido estos cuarenta días como un verdadero peregrinar a través del desierto de nuestras vidas. Toda la Cuaresma ha sido un tiempo para acompañarte en el camino que conduce a tu Pascua, que es la cuna en la que hemos sido engendrados como hijos de Dios y discípulos. Este camino culmina en Jerusalén. La Palabra que nos diriges nos invita a llegar contigo hasta el final de ese camino, que también es el nuestro. Esto supone entrar en la Jerusalén de nuestros corazones y encontrar allí el sentido de la Pascua, recordando lo que hemos realizado a través de la Cuaresma y que nos has dejado como testimonio de entrega y servicio: El desierto (la tentación); la montaña (la transfiguración, la luz).
El amor del Padre que te entrega para salvar al mundo y El grano de trigo que si no muere queda infecundo y no da fruto. Todo este camino nos acerque a la muerte del hombre esclavo del pecado, para resucitar contigo al hombre de la nueva vida, de la fe y la esperanza. Con mucho optimismo y fe depositada en ti, nos levantamos para servir y amar como tú lo hiciste por nosotros.
Feliz inicio de nuestra Semana Santa. Levantémonos y levantemos las palmas para saludarte: ¡Hosana al Hijo de David, bendito el que viene en nombre de Dios!
Con alegría vayamos a vivir nuestra semana santa, llena de buenos propósitos de reconciliación, solidaridad y fraternidad.
Feliz y santificado domingo.
