Nuevo amanecer, nuevo día, nuevas ilusiones y proyectos para realizar en esta jornada. Jueves de oración y súplica para realizar la voluntad del Padre celestial y tu voluntad.
Hoy celebramos la festividad de san Marcos, Evangelista, y te damos gracias porque por medio de las lecturas nos muestras cómo debe ser un discípulo tuyo: tener sentimientos de humildad y sencillez, inclinarse bajo la mano poderosa del Padre celestial, descargar en Ti todo nuestro agobio, ser sobrios, estar despiertos para poder combatir al enemigo, trabajar alegremente por el Reino y —sobre todo— confiar en ti. Pero sabemos, Señor, que no todo es alegría y que tenemos momentos difíciles que tenemos que superar poniéndonos en tus manos. Debemos llevar la buena noticia de tu resurrección a nuestros hermanos, sin esperar que nadie nos felicite ni nos diga lo buenos que somos, esto queda entre nosotros y Tú. Que no seamos nosotros los que hagamos acepción de personas, sino que tratemos a todos por igual. Sea cual sea nuestro camino, tenemos la seguridad que tú sostienes e inspiras a los que eliges y envías. Lo dice la Carta de Pedro: «Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará, os robustecerá». Dichosos nosotros, que reconocemos lo que tus obras hacen en nuestras vidas, pero ante todo que nos llamas para que prestemos nuestra voz a tu Palabra.
Por todo lo que será este día te damos gracias y nos ponemos en tus manos, pidiéndote que seas nuestra compañía. Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias y te glorificamos.
Feliz y santo jueves vocacional.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
* «Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad» (san Ireneo de Lyon).
* «Todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy» (Francisco).
* «Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la ‘última hora’ (1Jn 2,18). ‘El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta’ (Concilio Vaticano II). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16,17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16,20)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 670).