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26-abr.-2024, viernes de la 4.ª semana de Pascua

«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí»

Mañana maravillosa y despejada para darte gracias por un nuevo amanecer —y esperamos optimista día—. Confiamos en que Tú nos guiarás, nos orientarás y nos dirás qué hemos de hacer y qué esperas de nosotros durante esta jornada. Hoy queremos realizar tus obras en nuestros hermanos, sirviendo y amando de corazón.

Señor, Tú eres para nosotros: el camino que nos conduce a ti y a los hermanos, la verdad, que es Buena Nueva de amor y de esperanza, y la vida que sacrificaste para entregarla por nosotros. Ayúdanos a descubrir el camino hacia ti y hacia los otros, proclamando siempre la verdad alentadora y creíble, y a dar nuestra vida compartiendo felicidad con nuestros hermanos.

Que los que nos rodean te vean a ti, y así lleguemos a ser los unos para los otros el camino hacia la esperanza, la justicia y el amor; la verdad que nos da ánimo y la vida que no tiene miedo de entregarse aun cuando sea alto el costo de la entrega. No permitas que decaiga nuestro ánimo y optimismo cuando tenemos la seguridad en tus palabras: “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí”. Ayúdanos, Señor, a ser testigos fieles de tu amor y tu misericordia, a llevarte cada día en nuestros corazones, a nuestros hermanos y a reconocerte como la promesa verdadera del Padre celestial. “Tú eres el Único que disipa nuestras dudas y temores”.

Pongamos nuestra fe y confianza en el Señor. Feliz y confiado viernes y dispongamos nuestros corazones a nuestro descanso de fin de semana.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Hermanos y hermanas, esta Palabra es fuente de consuelo, es fuente de esperanza para nosotros. Jesús no se ha separado de nosotros, sino que nos ha abierto el camino, anticipando nuestro destino final: el encuentro con Dios padre, en cuyo corazón hay un puesto para cada uno de nosotros. Entonces, cuando experimentemos cansancio, desconcierto e incluso fracaso, recordemos hacia dónde se dirige nuestra vida. No debemos perder de vista la meta, incluso si hoy corremos el riesgo de olvidarlo, de olvidar las preguntas finales, las importantes: ¿Adónde vamos? ¿Hacia dónde caminamos? ¿Por qué vale la pena vivir? Sin estas preguntas solo exprimimos la vida en el presente, pensamos que debemos disfrutarla lo máximo posible y al final terminamos por vivir al día, sin un objetivo, sin una finalidad. Nuestra patria, en cambio, está en el cielo (cf. Fil 3,20), ¡no olvidemos la grandeza y la belleza de la meta! Una vez descubierta la meta, también nosotros, como el apóstol Tomás en el Evangelio de hoy, nos preguntamos: ¿Cómo ir? ¿Cuál es el camino? A veces, sobre todo cuando hay grandes problemas que afrontar está la sensación de que el mal es más fuerte y nos preguntamos: ¿Qué debo hacer? ¿Qué camino debo seguir? Escuchemos la respuesta de Jesús: «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (Jn 14,6). “Yo soy el camino”. Jesús mismo es el camino a seguir para vivir en la verdad y tener vida en abundancia. Él es el camino y, por tanto, la fe en Él no es un “paquete de ideas”, en las que creer, sino un camino a recorrer, un viaje que cumplir, un camino con Él. Es seguir a Jesús, porque Él es el camino que conduce a la felicidad que no perece. (Regina Caeli, 7 de mayo de 2023)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.