«Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca, mi alma se gloría en el Señor, que los humildes lo escuchen y se alegren». Gracias, Señor, al clarear de este nuevo día, por todo lo que nos das, por el don de la vida y por todo lo que nos concederás para poder manifestar tu amor a nuestros hermanos.
Señor, tú siempre eres paciente y bondadoso. Hoy te pedimos:
Calma nuestra impaciencia cuando tratemos de imponer tu verdad, tu justicia y tu paz en aquellos que aún no están dispuestos a acogerlas. Que en nuestro desaliento e impotencia logremos aceptar que todo crecimiento verdadero viene de ti. Nosotros sólo podemos plantar la semilla: hazla brotar y florecer hasta hacerse un árbol frondoso que cobije a muchos en sus ramas, sobre todo a los que se encuentran agobiados, en tristeza o soledad.
La paciencia, la humildad y la modestia son necesarias en tu misión. Tú siembras, plantas y das crecimiento, luego cosecharás. Gracias por permitirnos ser tus colaboradores. No permitas que nos falte constancia para cumplir la voluntad del Padre celestial. Ayúdanos a comprender que la paciencia y un sentido de humilde modestia son necesarios en el trabajo del Padre celestial; él siembra, él planta, y él da crecimiento. Él también cosechará. Él espera de todos modos que nosotros colaboremos con él, bajo su amparo y bendición. Permite, Señor, como nos dice san Pedro Crisólogo: «que podamos sembrar en nuestro corazón esta semilla de mostaza, de modo que llegue a ser un gran árbol del conocimiento sobrepasando su altura para elevar nuestro pensamiento hasta el cielo, y desplegando todas las ramas de la inteligencia». Amén.
Que nuestra Madre Santísima nos conceda el don de su gracia y sea nuestro auxilio. Bendícenos, Señor, ya que a ti nos acogemos y en Ti confiamos.
Un muy feliz y cosechado viernes, último día de actividad laboral. Feliz descanso.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «Siembra tú también en tu huerto a Cristo, en el cual florezca la belleza de tus obras y se respire el multiforme olor de las diversas virtudes» (san Ambrosio de Milán).
- «La debilidad es la fuerza de la semilla, el partirse es su potencia. Así es el reino de Dios: una realidad humanamente pequeña, compuesta por los pobres de corazón, por los que no confían sólo en su propia fuerza, sino en la del amor de Dios» (Benedicto XVI).