Bendecido, alegre y agradecido fin de semana el que nos regalas y en el que hemos tenido la certeza de haber hecho las cosas según tu querer y la voluntad del Padre Celestial. Gracias por todo lo vivido y compartido porque todo lo hemos recibido de tus manos. Haz que nuestro descanso sea en actitud generosa en el compartir con las personas que amamos y a las que debemos amar muchísimo más.
Gracias Señor por hacernos comprender que toda Alegría lleva primero momentos de incertidumbre y a veces de tristeza, pero que luego llegan las satisfacciones. Hoy nos dices: «meteos bien en la cabeza». Tu entrega generosa nos hace comprender que es necesario el camino angosto para llegar al camino espacioso de la esperanza. Gracias Señor porque a veces no logramos comprender que cuando no tenemos las cosas o las personas que forman parte de nuestro entorno, comprendemos la falta que nos hacen y cuánto necesitamos de ellas. Recordamos hoy la memoria de san Vicente de Paúl, nacido en Aquitania el 24 de abril de 1581, ordenado sacerdote a los 19 años; prisionero de los mahometanos por dos años; capellán de la Reina Margarita de Valóis; práctico, firme y entregado al servicio de los pobres en París, viendo el rostro del Señor en cada persona doliente; fundó cuatro institutos de la caridad, de los siervos de los pobres, los sacerdotes de la misión y las hijas de la caridad con Santa Luisa de Marillac; y murió en París en 1660. Sigamos el ejemplo y el testimonio de este santo presbítero en la solidaridad y la fraternidad sobre todo con los más pobres y necesitados. A Ti Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos. Te damos gracias por todo y en todo momento.
Un muy feliz y esperanzador fin de semana.
Abrazos y bendiciones.
PALABRAS DEL PAPA
El miedo es una dimensión natural de la vida. Desde la infancia se experimentan formas de miedo que luego se revelan imaginarias y desaparecen; sucesivamente emergen otras, que tienen fundamentos precisos en la realidad: estas se deben afrontar y superar con esfuerzo humano y con confianza en Dios. Pero también hay, sobre todo hoy, una forma de miedo más profunda, de tipo existencial, que a veces se transforma en angustia: nace de un sentido de vacío, asociado a cierta cultura impregnada de un nihilismo teórico y práctico generalizado. Ante el amplio y diversificado panorama de los miedos humanos, la palabra de Dios es clara: quien "teme" a Dios "no tiene miedo". El temor de Dios, que las Escrituras definen como "el principio de la verdadera sabiduría", coincide con la fe en él, con el respeto sagrado a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. No tener "temor de Dios" equivale a ponerse en su lugar, a sentirse señores del bien y del mal, de la vida y de la muerte. En cambio, quien teme a Dios siente en sí la seguridad que tiene el niño en los brazos de su madre (cf. Sal 131, 2): quien teme a Dios permanece tranquilo incluso en medio de las tempestades, porque Dios, como nos lo reveló Jesús, es Padre lleno de misericordia y bondad. Quien lo ama no tiene miedo (…). (Papa Benedicto XVI, Ángelus, 22 de junio de 2008)
ORACIÓN
Jesús, al iniciar este día me acerco a Ti con confianza, recordando aquellas palabras que anunciaste a tus discípulos acerca de tu pasión. Ellos no comprendieron, y también yo muchas veces me resisto a aceptar el misterio de la cruz, porque me asusta el dolor y temo al sufrimiento. Sin embargo, Tú me muestras que solo abrazando la cruz con fe y esperanza puedo descubrir la verdadera vida y la paz que no se acaba. Amén.
Reflexión escrita por P. Luis Alberto Tirado Becerril, misionero del Espíritu Santo
La acción de Jesús entre sus amigos, discípulos y demás contemporáneos era evidente, encontrarse con Cristo no dejaba a las personas igual y quienes le abrían el corazón a partir de la fe, experimentaban prodigiosamente la acción salvadora de Dios en sus vidas.
Sin embargo, es cierto que así como fue cambiando la pedagogía con sus apóstoles para ayudarlos a madurar en la fe, la esperanza y el amor, también la va cambiando con nosotros y de manera personalizada. Por ejemplo, después de la Resurrección, el Señor salvó numerosas veces a todos sus apóstoles de sus enemigos, la cárcel y hasta de la muerte.
Pido a Dios el Espíritu Santo para ti, para que tus ojos no se cieguen frente al mensaje de la cruz y para que teniendo como el mayor tesoro a Cristo y el recuerdo y certeza de su obrar prodigioso en tu vida, puedas abrazar las cruces que vengan, para que con Cristo, también tú seas testigo de que la vida solo es plena con Jesús y que la muerte con Él, y solo con Él, es el gran paso a la vida eterna.
