Gracias te damos en este día de descanso y de reflexión con tu palabra y ayudarnos a descubrir el valor de la unidad.
Señor, hay personas con las que nos relacionamos todos los días, pero eso no significa que seamos verdaderos amigos. Con el amigo hay una relación más profunda, hay algo que nos une más allá, incluso del hecho de que nos podamos ver con frecuencia o no. Entre los amigos se establece un vínculo profundo. Los amigos contactan y comparten sus más profundos sentimientos: buenos o malos. Entre los amigos a veces no hacen falta palabras; nos entendemos con una mirada.
Hoy nos hablas de nuestra relación contigo y nos pones un ejemplo concreto para hablar de ella: la vid y los sarmientos. Los sarmientos sólo tienen vida si están unidos a la vid. Lo que une a la vid y a sus ramas son los sarmientos, es la corriente de savia que lleva la vida continuamente y la savia es tu amor. Hoy nos pides que mantengamos esa relación profunda contigo, como la vid y los sarmientos, como los buenos amigos.
Los amigos no lo son más por estar todo el día juntos. Pero sí mantenernos en ese vínculo profundo, ayúdanos, Señor, a dejar que tu savia nos llegue adentro y nos dé la vida que necesitamos para dar fruto. ¿Qué frutos? Frutos de amor, de unidad, de fraternidad, de servicio, de entrega y disponibilidad, para que nuestros hermanos se sientan apreciados y valorados, acogidos con misericordia y comprensión; que el Padre celestial nos pode y corte las ramas secas del egoísmo, la pereza, la enemistad y la falta de amor, para dar muchísimos más frutos si permanecemos unidos a Ti. Todo esto lo lograremos, como nos dice san Juan: “no amemos con puras palabras y de labios para afuera, sino de verdad y con hechos”. El verdadero amigo da la vida por los demás.
Feliz y especial domingo permaneciendo unidos en El Señor. Buen descanso y fraternos signos de amistad, unidos por el amor.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Jesús insiste en el verbo “permanecer”. Lo repite siete veces en el pasaje del Evangelio de hoy. Antes de dejar este mundo e ir al Padre, Jesús quiere asegurar a sus discípulos que pueden seguir unidos a él. Dice: «Permanezcan en mí y yo en ustedes» (v. 4). Este permanecer no es una permanencia pasiva, un “adormecerse” en el Señor, dejándose mecer por la vida. No, no. No es esto. El “permanecer en Él”, el permanecer en Jesús que nos propone es una permanencia activa, y también recíproco. ¿Por qué? Porque sin la vid los sarmientos no pueden hacer nada, necesitan la savia para crecer y dar fruto; pero también la vid necesita los sarmientos, porque los frutos no brotan del tronco del árbol. Es una necesidad recíproca, es una permanencia recíproca para dar fruto. Nosotros permanecemos en Jesús y Jesús permanece en nosotros. (…) Después de que Jesús subió al Padre, es tarea de los discípulos, es tarea nuestra, seguir anunciando el Evangelio con la palabra y con obras. Y los discípulos —nosotros, discípulos de Jesús— lo hacen dando testimonio de su amor: el fruto que hay que dar es el amor. Unidos a Cristo, recibimos los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien al prójimo, hacer el bien a la sociedad, a la Iglesia. Por sus frutos se reconoce el árbol. Una vida verdaderamente cristiana da testimonio de Cristo. (Regina Caeli, 2 de mayo de 2021)