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29-dic.-2022, jueves, Octava de Navidad

«Señor... puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador... luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel»

«Luz para alumbrar…» Gracias, Señor, por ser la luz que iluminará nuestro día, en el que esperamos llevar la esperanza y la fe tomados de tu mano. Señor, el anciano Simeón te reconoció como la luz que debe iluminar a todos; danos a nosotros también la gracia de saber reconocerte cuando vienes a nosotros en forma humilde. Que sepamos recibirle también como luz, no sólo sobre nuestras vidas personales, sino también como aurora luminosa para todos los que nos rodean.

Con María, y como ella, queremos contemplarte admirados, alegres, confiando y guardando todo en el corazón. Nosotros sí que sabemos qué será de ti, cuál será tu camino, y también sabemos que tras tu entrega por amor hasta el final la vida triunfará, llenando todo de nueva Luz. Por eso Tú sigues naciendo, viviendo con nosotros, entregando tu vida por todos, resucitando y llenándonos de luz, esperanza y nuevas alegrías. Gracias, Señor, porque al igual que el anciano Simeón podemos aclamar: «ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz» te hemos contemplado, glorificado y bendecido, Señor.

Feliz jueves al estilo de los verdaderos discípulos del Señor.

ORACIÓN

Te doy gracias por todas las bendiciones y provisiones que me has dado hasta este momento de la semana, por permitirme ver tu creación otra vez más. Gracias por darme tranquilidad que tanto he anhelado, te pido que continúes bendiciéndome y dándome tranquilidad en lo que queda de la semana.

Hoy me levanto con mucha energía y fuerza porque sé que estas a mi lado, guardándome y apoyándome en todo. Concédeme alegría en mi trabajo, trae paz y armonía a mi hogar, ayúdame a seguir adelante en todo lo que haga.

Te pido que siempre me mantengas fuerte, que en el momento que me sienta más débil, tú estés ahí dándome la fuerza necesaria para vencer aquello que me hace vulnerable. Amén.

Reflexión del papa Francisco

En el Templo se produce también el encuentro entre dos parejas: los jóvenes María y José, y los ancianos Simeón y Ana. Los ancianos reciben de los jóvenes, mientras que los jóvenes se nutren de los ancianos. María y José encuentran en el Templo las raíces de su pueblo. Esto es importante, porque la promesa de Dios no se cumple solo en los individuos, de una vez para siempre, sino en el seno de una comunidad y a lo largo de la historia. También allí María y José encuentran las raíces de su fe, porque la fe no es algo que se aprende en un libro, sino el arte de vivir con Dios, aprendido de la experiencia de quienes nos han precedido.

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda pbro.