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3-ene.-2023, martes, tiempo de Navidad

En tu nombre Pedro echó las redes, que nosotros también en tu nombre realicemos nuestras obras de este día.

En la alegría de un nuevo día seamos bendecidos en el amor del señor para que lo hagamos diferente, lleno de optimismo, de alegría y con frutos abundantes como dice santa Teresa de Calcuta: «El fruto del silencio es en la oración, el fruto de la oración es la fe y el fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es La Paz y el bienestar». Concédenos, Señor, en este día que iluminados por tu presencia caminemos con la plena confianza puesta en Ti. Señor, te has ofrecido a ti mismo, por todos nosotros y hoy nos podemos preguntar: ¿qué puedo ofrecer para ayudar a mi prójimo? ¿Cómo me voy a comprometer para sentirme verdadero discípulo al estilo de Juan y anunciarte a los demás?... Todos los sentimientos para pedirte que no nos dejes quedarnos en la superficialidad sino que nuestra relación personal contigo nos lleve a nuestros hermanos y sobre todo al pronunciar tu nombre lo hagamos con sentimiento de amor para que tú nos ayudes en este año que estamos comenzando y se cumpla tu palabra: «todo lo que pidan a mi Padre en mi nombre, Él os lo concederá». En tu nombre Pedro echó las redes, que nosotros también en tu nombre realicemos nuestras obras de este día. Que tu nombre sea amado y glorificado. Juan Bautista sigue testimoniando tu presencia en medio de nosotros; ayúdanos a que inspirados por el Espíritu Santo, encontremos las palabras adecuadas para seguir siendo testigos de tu amor. Bendícenos, guárdanos y protégenos en esta jornada y multiplica tus dones en cada uno de nosotros. Amén.

Bendecido martes y que tus bendiciones lleguen a cada uno de nosotros. Con mucha fe y optimismo vayamos a nuestras labores cotidianas.

ORACIÓN DIARIA

Dios del Cielo y de la tierra dígnate dirigir, santificar, guiar y gobernar en este día nuestros corazones y nuestros cuerpos, nuestros sentidos, palabras y acciones según tu Ley y por el camino de tus mandamientos, para que aquí y en la eternidad merezcamos, por tu favor, ser salvados y libres.

¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir!

Testamento espiritual del papa emérito Benedicto XVI (texto completo)

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guio bien.

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia ─las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro─ fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda pbro.