Al inicio de esta semana, en la que misericordiosamente nos das el don de la vida y un lunes de descanso, somos invitados a que gratuitamente tomemos la viña que has preparado para cada uno de nosotros. Te pedimos fidelidad para que cariñosamente la tomemos y la compartamos con nuestros hermanos. No queremos ser cómo los labradores que se aprovechan de “tanto bien recibido” en la viña, o de los que olvidan que tú eres el Dueño de la viña.
Hoy nos quedamos con el amor cuidadoso del Viñador y la viña que va creciendo tal como ha sido soñada. No queremos fijarnos en los labradores homicidas, sino que queremos glorificarte como la Piedra angular que nos sostiene de uno u otro lado. Te agradecemos la suerte que tenemos al recibir la fe tan preciosa, como nos recuerda la segunda carta de Pedro.
Hoy mostramos el agradecimiento al Viñador y se acrecienta en nosotros el deseo de cuidar la viña que hay en nuestros corazones y hacerla producir para que encuentres frutos abundantes de fe, esperanza y caridad, de fraternidad y solidaridad.
Permítenos, Señor, cultivar buenas recetas espirituales, que nos llevan a saborear los mejores platos de la vida: esperanza, predicación, entrega… Los complementos e ingredientes para eso son: fe, honradez, dominio propio, constancia, piedad, cariño fraterno y el AMOR. El Señor nos los proporciona cuando tenemos fe.
Alabanza, glorificación y bendiciones son los deseos espirituales para hacer producir la viña.
Bendiciones y feliz lunes de descanso.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
* «¡Dulce Jesús, en qué estado te veo! Manso y cariñoso, único Salvador de nuestras viejas heridas, ¿quién te condujo a sufrir estas heridas, no sólo crueles sino también ignominiosas? ¡Dulce viña, buen Jesús!» (san Buenaventura)
* «Él nos ha llamado con amor, nos protege. Pero luego nos da la libertad, nos da todo este amor “en alquiler”. Es como si nos dijera: Cuida y custodia tú mi amor como yo te custodio a ti. Es el diálogo entre Dios y nosotros: custodiar el amor» (Francisco).
* «‘Sin el Creador la criatura se diluye’ (Concilio Vaticano II). He aquí por qué los creyentes saben que son impulsados por el amor de Cristo a llevar la luz del Dios vivo a los que no le conocen o le rechazan» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 49).