“Alegre la mañana que nos habla de ti, alegre porque inunda nuestros corazones de felicidad. Alegre, porque nos habla de Resurrección. Porque el llanto se volvió alegría y la tristeza nuestro gozo. Qué hermoso terminar este mes que nos has regalado, con sentimientos y corazones renovados en tu amor. Ayúdanos a que este gozo que llevamos no vaya a pasar y al contrario cada día crezca más. En este día feliz de la Pascua, estamos de fiesta porque la Pascua es la fiesta de las fiestas, la fiesta más grande”. Tu resurrección Señor ocurre en “la hora” esperada y ansiada por Ti. Es el acontecimiento liberador, cuando el grano de trigo renacido de la muerte y sepultura da fruto abundante y se convierte en el pan vivo para todos. Toda tu vida, tu misión culmina plenamente en esta “hora” decisiva. Por eso, estamos de fiesta, porque nuestros corazones han sido renovados. No es el corazón de piedra frío e inerte, sino el corazón convertido a ti, el corazón que ama, confía, y espera. El verdadero corazón con ojos de fe, que contempla el sepulcro vacío. Que seamos como el discípulo: “entonces vio y creyó”.
Gracias Señor porque esta semana Santa, ha sido muy especial y al colocar en tus manos el mes que iniciaremos, queremos ser hombres y mujeres nuevos que vivamos en tu amor.
Gracias, Señor, por este mes que finalizamos y mañana con esperanza viva y fe ardiente, permite que nuestro mes sea de satisfacciones y de buenas obras. Nuestra Cincuentena Pascual se iniciará para nosotros, reconociendo tu Resurrección.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado, como se proclama en las Iglesias de Oriente: Christòs anesti! Ese verdaderamente nos dice que la esperanza no es una ilusión, ¡es verdad! Y que, a partir de la Pascua, el camino de la humanidad, marcado por la esperanza, avanza veloz. Nos lo muestran con su ejemplo los primeros testigos de la Resurrección. Los Evangelios describen la prisa con la que el día de Pascua «las mujeres corrieron a dar la noticia a los discípulos» (Mt 28,8). Y, después que María Magdalena «corrió al encuentro de Simón Pedro» (Jn 20,2), Juan y el mismo Pedro “corrieron los dos juntos” (cf. v. 4) para llegar al lugar donde Jesús había sido sepultado. (…) En Pascua el andar se acelera y se vuelve una carrera, porque la humanidad ve la meta de su camino, el sentido de su destino, Jesucristo, y está llamada a ir de prisa hacia Él, esperanza del mundo. Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones. Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo. Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. (Mensaje Urbi el Orbi, 9 de abril de 2023)