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4-abr.-2024, jueves de la Octava de Pascua

Que ardan nuestros corazones para ser optimistas, y, ante todo, que podamos abrir nuestros corazones para escuchar tu palabra: “ánimo, soy yo”.

Bendecida mañana en que despertamos a la vida de fe y de esperanza y nos disponemos a iniciar el camino de una nueva jornada que te pedimos sea llena de bendiciones y satisfacciones, de sentimientos de servicio.

¿Qué nos ocurre cuando hemos vivido un gran sufrimiento (un fracaso personal, sentimental o profesional)? ¿Por qué surgen dudas? Creemos que todo se hundió y se terminó. Nos resulta difícil volver a empezar, pues nos resistimos a emprender una vida nueva. Y así como los discípulos necesitaron tu pedagogía, también nosotros necesitamos de ese amigo en el Sagrario que nos diga una palabra o nos coja de las manos o nos dé una palmadita en la espalda en ese momento de oración profunda para descubrirte como “El Amigo que nunca falla” y que nos dice “si me abres la puerta, entraré y cenaremos juntos”.

Hoy es momento para ser valientes espiritualmente y no dejar más sentimiento que tu presencia plena como resucitado. Que ardan nuestros corazones para ser optimistas, y, ante todo, que podamos abrir nuestros corazones para escuchar tu palabra: “ánimo, soy yo”. Ayúdanos a tener la certeza de que caminas a nuestro lado y no tener miedo ante los obstáculos que se puedan presentar. Tú eres nuestro escudo y fortaleza. Danos ojos de fe y oídos de esperanza para recordar que tú te entregaste en la cruz y resucitaste de entre los muertos. Nosotros no hemos visto las señales de los clavos en tus manos ni hemos tocado la herida de su costado, pero creemos que estás vivo y presente en medio de nosotros. Abre nuestros corazones a tu palabra y permítenos tocarte en el pan de la eucaristía, para que como hombres y mujeres nuevos vivamos y anunciemos con alegría que ¡TE HEMOS VISTO! Amén.

Un muy feliz jueves sacerdotal.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

* «¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por la comunión con sus dolores» (san Cirilo de Jerusalén).

* «El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos» (Francisco).

* «La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente. Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente. Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús, luego a los propios apóstoles» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 601)

 

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.