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5-jun.-2025, jueves de la 7.ª semana de Pascua

El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho daño...

Te amo, Señor. Gracias por tu gran bondad y misericordia, por otro día más que nos regalas; un nuevo amanecer para alabarte, bendecirte y glorificarte. Hoy nos levantamos, llenos de optimismo y con corazón alegre para servir a nuestros hermanos. Nuestra oración por la que te damos gracias hace posible que te amemos más y por lo tanto hablemos y sirvamos a nuestros hermanos. 

Meditamos tus palabras, las tomamos y las llevamos en el corazón: «Que todos sean uno… Que el amor con que tú me amas esté en ellos, para que yo esté en ellos».  No hay testimonio más fortalecedor que el ver a los que creemos en Ti enlazados y unidos en un mismo amor, como fruto de la presencia viva del Espíritu Santo. Creemos en ti y sabemos que tú nos amas con un amor profundo, confiado y eterno.

Que el Espíritu Santo infunda este amor en los corazones de todos los que creemos en Ti, nuestro Pastor y Salvador. Haz que este amor nos una en un lazo común de comprensión y respeto mutuo y nos disponga a vivir los unos para los otros y a servirnos mutuamente como hermanos. Danos la valentía de Pablo para dar testimonio de tu verdad, con palabras y acciones que ayuden a nuestros hermanos a confiar y esperar en Ti. Que todos seamos UNO como Tú lo eres con el Padre. Amén. 

Un muy feliz y vocacional jueves, llenos de sentimientos de fraternidad y solidaridad. 

Meditación del papa Francisco

Jesús ora al Padre para que los suyos sean “perfectamente uno”: quiere que sean entre ellos “uno”, como Él y el Padre. Es su última petición antes de la Pasión, la más sentida: que haya comunión en la Iglesia. La comunión es esencial. El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho daño a la Iglesia tentando nuestra humanidad. Provoca la presunción, el juicio sobre los demás, las cerrazones y las divisiones. Él mismo es “el que divide” y a menudo comienza haciéndonos creer que somos buenos, quizá mejor que los demás: así tiene el terreno listo para sembrar la cizaña. Es la tentación de todas las comunidades y se puede insinuar también en los carismas más bonitos de la Iglesia. (Homilía de S.S. Francisco, 18 de marzo de 2016).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.