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5-may.-2024, domingo de la 6.ª semana de Pascua

«Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos»

Gracias infinitas porque nos amas y nos regalas por amor el don de la vida y la gracia de poder amar. Hoy nos recuerdas de nuevo que en el corazón el centro es el amor: amor a Dios, amor de unos para con otros, amor a nosotros mismos. Tú nos dices que tenemos que amarnos unos a otros como nos has amado. Éste es un amor muy exigente, ya que nos compromete a amar no sólo a los que nos caen bien y que nos aman o son compañeros de las mismas ideas, sino también a los difíciles, a los egoístas, a los que están muy lejos de ser perfectos, a los marginados y los extraños. Eso no es tan fácil, y esa es probablemente la razón por la que tú lo llamas “mandamiento”. Ayúdanos, Señor, a encontrar el verdadero camino para amar con tus mismos sentimientos y sobre todo que lo hagamos desde el corazón y con el corazón. Nos muestras que el amor, como nos dice san Pablo, no es envidioso ni egoísta, no procede con bajeza, no busca su propio interés, sino que el amor verdadero cree sin reservas, espera sin reservas, soporta sin reservas. Este es el verdadero amor. Que hoy y siempre amemos sin interés y con generosidad. Que estemos íntimamente unidos a ti y a nuestros hermanos y seamos bendecidos generosamente en tu amor. A ti te alabamos y te bendecimos. Te glorificamos y te damos gracias.

Un muy feliz y amoroso Domingo para todos. Amémonos como Dios nos ama, ya que el amor es de Dios. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos. SEAMOS VERDADEROS AMIGOS.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Pero este es un cheque en blanco: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concedo». Dios es el amigo, el aliado, el esposo. En la oración podemos establecer una relación de confianza con Él, tanto que en el “Padre Nuestro” Jesús nos ha enseñado a hacerle una serie de peticiones. A Dios podemos pedirle todo, todo, explicarle todo, contarle todo. No importa si en nuestra relación con Dios nos sentimos en defecto: no somos buenos amigos, no somos hijos agradecidos, no somos cónyuges fieles. Él sigue amándonos. Es lo que Jesús demuestra definitivamente en la última cena, cuando dice: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros» (Lc 22,20). En ese gesto Jesús anticipa en el Cenáculo el misterio de la Cruz. Dios es un aliado fiel: si los hombres dejan de amar, Él sigue amando, aunque el amor lo lleve al Calvario. Dios está siempre cerca de la puerta de nuestro corazón y espera que le abramos. (Audiencia general, 13 de mayo de 2020)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.