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5-nov.-2024, martes de la 31.ª semana del Tiempo Ordinario

Jesús demuestra (...) su preferencia por los pobres y los excluidos (...) y difunde el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor a Dios.

Comenzamos la semana laboral habiendo recuperado fuerzas. Ahora nos levantamos con mucho ánimo, optimismo y deseos de servir y amar a nuestros hermanos. Mañana fría, pero el calor se debe sentir en el corazón. 

En este día nos regalas tu palabra para que reflexionemos y pensemos qué es la humildad y la sencillez y podamos aplicarlo en nuestra vida. Estamos llamados a aplicar un dicho muy cierto: “cuando hagas un favor, hazlo completo y no busques recompensa”. No hagas este favor con interés o buscando aplausos. 

Muchas veces esperamos que los demás nos aplaudan por una u otra obra que realizamos, porque a la mayoría nos gusta que nos reconozcan, que nos agradezcan las atenciones esperando que nos devuelvan algo de lo que damos. Sin embargo, Tú nos dices que no busquemos ser pagados en esta vida. Qué gran lección de generosidad la que nos regalas porque no esperamos más recompensa que de ti. Hoy nos pides preocuparnos y cuidar especialmente de nuestros hermanos débiles, excluidos o que viven en soledad y desesperanzados, ya que para Ti nadie es ni excluido ni rechazado. ¿Será ésta una tarea imposible de realizar? Tú te preocupaste y amaste a los marginados, excluidos y pecadores. ¿Nos atreveremos a seguirte? Concédenos sabiduría y valor para saber hacerlo. Permite, Señor, que esta labor tan hermosa la iniciemos muy cerca; allí, en nuestros hogares y en nuestro entorno inmediato, donde rechazamos a quienes nos resultan incómodos —nuestros padres, nuestros hermanos o nuestros familiares, nuestros amigos— porque no sabemos cómo abrir nuestro corazón generosa y fraternalmente a ese servicio tan hermoso al que tú nos llamas. En este día concédenos humildad y sencillez para recibir no aplausos humanos, sino únicamente tus aplausos, para que nuestro bien sea realizado en generosidad y sin mirar a quien.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

«Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque ellos no te pueden corresponder» (vv. 13-14). Se trata de elegir la gratuidad en lugar del cálculo oportunista que intenta obtener una recompensa, que busca el interés y que intenta enriquecerse cada vez más. En efecto, los pobres, los sencillos, los que no cuentan, jamás podrán corresponder a una invitación para almorzar. Jesús demuestra de esta manera, su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del Reino de Dios, y difunde el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor a Dios. Hoy, Jesús se hace portavoz de quien no tiene voz y dirige a cada uno de nosotros un llamamiento urgente para abrir el corazón y hacer nuestros los sufrimientos y las angustias de los pobres, de los hambrientos, de los marginados, de los refugiados, de los derrotados por la vida, de todos aquellos que son descartados por la sociedad y por la prepotencia de los más fuertes. Y estos descartados representan, en realidad, la mayor parte de la población.

En este momento, pienso con gratitud en los comedores donde tantos voluntarios ofrecen su servicio, dando de comer a personas solas, necesitadas, sin trabajo o sin casa. Estos comedores y otras obras de misericordia —como visitar a los enfermos, a los presos...— son gimnasios de caridad que difunden la cultura de la gratuidad, porque todos los que trabajan en ellas están impulsados por el amor de Dios e iluminados por la sabiduría del Evangelio. De esta manera el servicio a los hermanos se convierte en testimonio de amor, que hace creíble y visible el amor de Cristo. (Ángelus, 28 de agosto de 2016)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.