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8-ago.-2025, viernes de la 18.ª semana del T. O.

... vivamos para el Señor y asentemos nuestra vida sobre su amor, como hizo Jesús: podremos saborear la alegría auténtica y nuestra vida no será estéril, será fecunda.

Despertamos a un nuevo día en el que te damos gracias por el don de la vida y el don de tu amor. Gracias, Señor, en este último día laboral de esta corta semana. 

En tu palabra hoy nos pides seguirte incondicionalmente y nos pones tres condiciones que esperamos poder cumplir: 

  • Renunciar a sí mismo: es decir, aceptar tu forma de pensar y de actuar, más que la nuestra. Sin apegos ni nostalgias. 

  • Tomar la cruz: arriesgarnos a sufrir la misma suerte del Maestro y renunciar a la propia seguridad personal. 

  • Seguirte a Ti: aceptarte a Ti, aceptar tu palabra como guía de nuestra vida, no solamente en teoría sino en la práctica.

¿Estamos nosotros listos para hacer esto? Sabemos que seguirte significa que algún otro nos dirija a donde quizás no pretendíamos ir. Pero eres Tú mismo quien nos guías y vas con nosotros. Por eso te decimos: Queremos ir contigo, pero ayúdanos, Señor, para que sigamos marchando a tu lado cuando nuestros corazones desfallecen. Danos la fortaleza necesaria para realizar nuestras labores de acuerdo a tu voluntad y llevar nuestra cruz de cada día con alegría y optimismo, sabiendo que Tú nos ayudas a cargarla. Amén. 

Bendecido y santificado viernes. 

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO 

«Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará». (v. 25). En esta paradoja está contenida la regla de oro que Dios ha inscrito en la naturaleza humana creada en Cristo: la regla de que solo el amor da sentido y felicidad a la vida. Gastar los talentos propios, las energías y el propio tiempo solo para cuidarse, custodiarse y realizarse a sí mismos conduce en realidad a perderse, o sea, a una experiencia triste y estéril. En cambio, vivamos para el Señor y asentemos nuestra vida sobre su amor, como hizo Jesús: podremos saborear la alegría auténtica y nuestra vida no será estéril, será fecunda. En la celebración de la Eucaristía revivimos el misterio de la cruz; no solo recordamos, sino que cumplimos el memorial del Sacrificio redentor, en el que el Hijo de Dios se pierde completamente a Sí mismo para recibirse de nuevo en el Padre y así encontrarnos, que estábamos perdidos, junto con todas las criaturas. Cada vez que participamos en la Santa Misa, el amor de Cristo crucificado y resucitado se nos comunica como alimento y bebida, porque podemos seguirlo a Él en el camino de cada día, en el servicio concreto de los hermanos. (Papa Francisco, Ángelus del 3 de septiembre de 2017)

ORACIÓN INTRODUCTORIA 

Señor, que tu cruz sea mi mayor esperanza de un cielo nuevo y una tierra nueva y que en ella fortalezca y madure mi fe, que sea capaz de ver siempre por encima de ella tu gloria y que en ella siempre te puedas glorificar, te lo pido a través del inmaculado Corazón de nuestra Madre, María Santísima. Amén.

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.